¡Saúl y Jonatán, mis amigos más queridos! ¡Más rápidos que las águilas y más fuertes que los leones! ¡Juntos disfrutaron de la vida! ¡Juntos sufrieron la muerte!
2 Samuel 2:18 - Biblia Lenguaje Básico Con Joab estaban sus hermanos Abisay y Asael. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Estaban allí los tres hijos de Sarvia: Joab, Abisai y Asael. Este Asael era ligero de pies como una gacela del campo. Biblia Nueva Traducción Viviente Joab, Abisai y Asael —los tres hijos de Sarvia— estaban entre las fuerzas de David ese día. Asael podía correr como una gacela Biblia Católica (Latinoamericana) Allí estaban los tres hijos de Seruya, Joab, Abisaí y Azael. Azael, que corría tan rápido como una gacela salvaje, La Biblia Textual 3a Edicion Y estaban allí los tres hijos de Sarvia: Joab, Abisai y Asael. Y Asael era tan ligero de pies como las gacelas del campo. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Estaban allí los tres hijos de Servia: Joab, Abisay y Asael. Asael tenía unos pies tan ligeros como los de una gacela del campo. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y estaban allí los tres hijos de Sarvia: Joab, y Abisai, y Asael. Este Asael era tan ligero de pies como una gacela del campo. |
¡Saúl y Jonatán, mis amigos más queridos! ¡Más rápidos que las águilas y más fuertes que los leones! ¡Juntos disfrutaron de la vida! ¡Juntos sufrieron la muerte!
Como Asael era muy veloz, comenzó a perseguir a Abner. Y aunque encontraba a otros soldados enemigos, solo perseguía a Abner.
Tú me das fuerzas para correr con la velocidad de una gacela. Cuando ando por las altas montañas, tú no dejas que tropiece.
También eran parte del grupo de los treinta los siguientes soldados: Asael, hermano de Joab; Eljanán, hijo de Dodó, de Belén;
Además, como tú bien sabes, el general Joab, hijo de Seruyá, mató a Abner hijo de Ner, y a Amasá hijo de Jéter. Estos dos eran generales del ejército de Israel, pero Joab los asesinó en tiempos de paz, para vengar las muertes que hubo durante la guerra. Luego me hizo responsable de ese doble crimen, pero él es el culpable.
Estos son los nombres de los soldados más valientes del ejército: Asael, hermano de Joab; Eljanán, hijo de Dodó, de Belén; Samot, de Jarod; Jeles, el de Pélet; Irá, hijo de Iqués, de Tecoa; Abiezer, de Ananot; Sibcay, de Jusá; Ilay, de Ajoj; Maharay y Jéled, hijo de Baaná, de Netofá; Itay, hijo de Ribay, de Guibeá, en la tierra de Benjamín; Benaías, de Piratón; Juray, del valle de Gaas; Abiel, de Arbá; Asmávet, de Bajurín; Elyajbá, de Saalbón; los hijos de Jasén, de Guisón; Jonatán, hijo de Sagué, de Arar; Ajiáb, hijo de Sacar, de Arar; Elifal, hijo de Ur; Jéfer, de Mequerá; Ajías, el de Pélet; Jesró, de Carmel; Naaray, hijo de Ezbay; Joel, hermano de Natán; Mibjar, hijo de Agrí; Sélec, de Amón; Najeray, de Beerot, escudero de Joab, el hijo de Seruyá; Irá y Garreb, de Jatir; Urías, el hitita; Zabad, hijo de Ajlay; Adiná, hijo de Sizá y jefe de treinta rubenitas que estaban con él; Janán, hijo de Maacá; Josafat, el mitnita; Uzías, de Asterot; Samá y Jehiel, hijos de Jotán, de Aroer; Jediael y Jojá, el tizita, hijos de Simrí; Eliel, de Majanáin; Jeribay y Josavías, hijos de Elnaán; Jitmá, el moabita; Eliel, Obed y Jaasiel, de Sobá.
De la tribu de Gad hubo algunos hombres que se unieron a David cuando se refugió en el desierto. Eran soldados valientes, entrenados para la guerra, y que usaban muy bien el escudo y la lanza. Luchaban como leones y corrían como gacelas. Todos eran jefes del ejército; unos eran jefes de cien, y otros de mil. En cierta ocasión, estos hombres cruzaron el río Jordán e hicieron huir a todos los habitantes de los valles, tanto a oriente como a occidente. Esto sucedió al comienzo de la primavera, que es cuando el Jordán crece mucho y se desborda por todos lados. Los nombres de estos soldados eran: Ézer, que era el jefe de todos ellos y a quienes seguían, en orden de importancia, Abdías, Eliab, Mismaná, Jeremías, Atay, Eliel, Yojanán, Elzabad, Jeremías y Macbanay.
He podido contemplar también que en este mundo no son los más veloces los que ganan la carrera, ni tampoco son los más valientes los que ganan la batalla. No siempre los sabios tienen qué comer, ni los inteligentes tienen mucho dinero, ni todo el mundo quiere a la gente bien preparada. En realidad, todos dependemos de un momento de suerte,
Regresa a mí, amado mío, mientras sopla todavía la brisa de la tarde, y las sombras van cayendo. ¡Corre como un venado! ¡Corre como un ciervo por las colinas escarpadas!
Corre, amado mío, como gacela o cervatillo por las colinas que están cubiertas con hierbas aromáticas.
De mí no podrán escapar ni los corredores más veloces, ni los soldados más fuertes, ni los guerreros más valientes, ni los arqueros más diestros, ni los que huyan a caballo;
Dios mío, tú me das fuerzas; me das la rapidez del ciervo y me pones a salvo en lugares altos.
David se dirigió entonces a Ajimélec, el hitita, y a Abisay, que era hijo de Seruyá, y les dijo: —¿Quién me quiere acompañar al campamento de Saúl? —Yo te acompaño —le contestó Abisay.