¿Acaso con alarde de fuerza disputaría conmigo? No, sólo tendría que prestarme atención.
¿Contendería conmigo con grandeza de fuerza? No; antes él me atendería.
¿Usaría su inmenso poder para discutir conmigo? No, él me daría un juicio imparcial.
¿Acaso necesitaría gran fuerza para disputar conmigo? No, no tendría más que escucharme.
¿Contendería conmigo haciendo gala de su fuerza? No, sino que me prestaría atención.
¿Necesitaría gran fuerza para discutir conmigo? No; le bastaría escucharme.
¿Contendería conmigo con su gran fuerza? No; antes Él pondría fuerza en mí.
Retira de mí tu mano y ya no me espante tu terror.
Sabría cuál era su respuesta, comprendería lo que me dijera.
¿Recurrir a la fuerza? Él es el vigoroso. ¿Al derecho? Mas ¿quién le citará?
Aunque tratase de pleitear con él, no tendría qué responder una vez entre mil.
Sabio de mente y robusto de fuerza, ¿quién puede resistirle impunemente?
El día que te llamé, tú me respondiste y me diste valor.
Ya no estoy indignado. Si echa espinas y abrojos, les haré la guerra, y los quemaré todos de golpe,
Lo ha castigado con la dispersión, con el destierro; lo ha aventado con la fuerza de su soplo, como en día de viento solano.
Os juro, dice el Señor Dios, que seré yo quien reine sobre vosotros con mano fuerte y brazo extendido, desencadenando mi furor.
Os conduciré al desierto de los pueblos, y allí cara a cara os juzgaré.