Al día siguiente, se levantaron muy temprano y se prepararon para ir hacia el desierto de Tecoa. Cuando iban saliendo de Jerusalén, Josafat se puso de pie y les dijo: «Escúchenme con atención, todos los que viven en Jerusalén y en Judá: Confíen en nuestro Dios, y en sus profetas; si lo hacen, todo saldrá bien; ¡nada nos sucederá!»
El rey de Asiria confía en su ejército; pero nosotros tenemos a Dios de nuestra parte, y él peleará por nosotros». Al oír al rey, el pueblo cobró valor.
2 (3) Tú eres para mí la roca que me da refugio; ¡tú me cuidas y me libras! Me proteges como un escudo, y me salvas con tu poder. ¡Tú eres mi más alto escondite!
22-23 (23-24) Dios mío, ¡tú echarás a los malvados hasta el fondo de la tumba! ¡Esos asesinos mentirosos no vivirán ni la mitad de su vida! Mi amigo, te aconsejo que pongas en manos de Dios todo lo que te preocupa; ¡él te dará su apoyo! ¡Dios nunca deja fracasar a los que lo obedecen! ¡Por eso siempre confío en él!
»Ustedes, en cambio, escucharán canciones como en una noche de fiesta; irán con el corazón alegre, como los que caminan al ritmo de las flautas. Irán al monte de Dios, pues él es nuestro refugio.
»¡Ánimo, no tengan miedo! Desde hace mucho tiempo les he anunciado estas cosas y ustedes son mis testigos. No hay otro dios fuera de mí, no hay otro dios que los proteja. ¡Y si lo hay, yo no lo conozco!»
Ya se acerca mi justicia, mi salvación está en camino. ¡Con mi poder juzgaré a las naciones! Los pueblos de las costas lejanas confían en mí. Mi poder los llena de esperanza.
¿Quién es ese que llega desde Bosrá, la capital del reino de Edom, con las ropas teñidas de rojo? ¿Quién es ese que está tan bien vestido y avanza con una fuerza terrible? Soy yo, el Dios de Israel, el que anuncia la victoria y tiene poder para salvar.
El rey exclamó: «Bendito sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió a su ángel para salvarlos. Tanto confían ellos en su Dios, que no quisieron obedecer mis órdenes. ¡Estaban dispuestos a morir, antes que adorar a otro dios!