Sobre lo cual no cesó el Señor de amonestarlos, así en Israel como en Judá, por medio de todos los profetas y videntes diciendo: Convertíos de vuestras pésimas costumbres, observad mis preceptos y ceremonias, conforme a todas las leyes que promulgué a vuestros padres, y como os lo he enviado a decir por medio de mis siervos, los profetas.
Por cuanto Manasés, rey de Judá, ha cometido estas horrendas abominaciones, que sobrepujan a todas cuantas hicieron antes de él los amorreos, y ha hecho también pecar a Judá con sus inmundicias o idolatrías;
El no quiso obedecer, sino que se dejó engañar de Manasés para obrar el mal, o idolatrar aun más que las naciones exterminadas por el Señor a la vista de los hijos de Israel.
Entretanto el Señor Dios de sus padres, les hacía hablar por medio de sus enviados los profetas, amonestándolos sin cesar de día y de noche; pues quería perdonar a su pueblo y a la mansión suya.
Ellos provocaron tu ira, apartándose de ti, y echando tu ley al trenzado, y mataron a tus profetas que los conjuraban para que se convirtiesen a ti, y cayeron en grandes abominaciones.
Sin embargo, tú los aguantaste por muchos años, y los amonestaste por medio de tu espíritu, hablándoles por boca de los profetas; pero no quisieron escuchar; y los entregaste en poder de los pueblos de las naciones.