La voz de los nobles enmudecía, Y su lengua se les pegaba al paladar.
La voz de los principales se apagaba, Y su lengua se pegaba a su paladar.
Las más altas autoridades de la ciudad se quedaban calladas, y refrenaban la lengua en señal de respeto.
La voz de los jefes se apagaba, la lengua se les pegaba al paladar.
Se apagaba la voz de los jefes, y su lengua se pegaba al paladar.
Los nobles guardaban silencio, y su lengua se pegaba a su paladar:
Después de hablar yo, nada añadían, Mis palabras destilaban sobre ellos,
Que mi lengua se pegue a mi paladar, Si no me acuerdo de ti; Si no enaltezco a Jerusalem por encima de mi mayor gozo.
Y Yo haré que la lengua se pegue a tu paladar, y quedarás mudo, y no serás para ellos como un varón que reprende, porque son casa rebelde.