Fue Dios quien me envió aquí, y no vosotros. Él me ha puesto como asesor del faraón y administrador de su casa, y como gobernador de todo Egipto.
Proverbios 11:11 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017 La bendición de los justos enaltece a la ciudad, pero la boca de los malvados la destruye. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Por la bendición de los rectos la ciudad será engrandecida; Mas por la boca de los impíos será trastornada. Biblia Nueva Traducción Viviente Los ciudadanos íntegros son de beneficio para la ciudad y la hacen prosperar, pero las palabras de los perversos la destruyen. Biblia Católica (Latinoamericana) La ciudad prosperará mientras los justos la bendigan; su ruina se deberá a las intrigas de los malvados. La Biblia Textual 3a Edicion Con la bendición de los rectos la ciudad prospera, Pero la boca de los impíos la arruina. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Por la bendición de los rectos prospera la ciudad, por la boca de los malvados se hunde. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Por la bendición de los rectos la ciudad es engrandecida; mas por la boca de los impíos es trastornada. |
Fue Dios quien me envió aquí, y no vosotros. Él me ha puesto como asesor del faraón y administrador de su casa, y como gobernador de todo Egipto.
Por allí se encontraba un malvado que se llamaba Sabá hijo de Bicrí, que era benjaminita. Dando un toque de trompeta, se puso a gritar: «¡Pueblo de Israel, todos a vuestras casas, pues no tenemos parte con David, ni herencia con el hijo de Isaí!»
Cuando el justo prospera, la ciudad se alegra; cuando el malvado perece, hay gran regocijo.
El falto de juicio desprecia a su prójimo, pero el entendido refrena su lengua.
La justicia enaltece a una nación, pero el pecado deshonra a todos los pueblos.
Cuando hay rebelión en el país, los caudillos se multiplican; cuando el gobernante es entendido, se mantiene el orden.
Los insolentes conmocionan a la ciudad, pero los sabios apaciguan los ánimos.
En esa ciudad había un hombre, pobre pero sabio, que con su sabiduría podría haber salvado a la ciudad, ¡pero nadie se acordó de aquel hombre pobre!
También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida.