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Lucas 5:24 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —se dirigió entonces al paralítico—: A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

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Montre Interlinear Bible

Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Así que les demostraré que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados». Entonces Jesús miró al paralítico y dijo: «¡Ponte de pie, toma tu camilla y vete a tu casa!».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Sepan, pues, que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados. Entonces dijo al paralítico: 'Yo te lo ordeno: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: ¡Levántate, alza tu catre y vete a tu casa!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados -dijo al paralítico-: yo te lo mando; levántate, toma tu camilla y vete a tu casa'.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti digo, levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.

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Lòt tradiksyon



Lucas 5:24
26 Referans Kwoze  

Después de su sufrimiento, verá la luz y quedará satisfecho; por su conocimiento mi siervo justo justificará a muchos, y cargará con las iniquidades de ellos.


»En esa visión nocturna, vi que alguien con aspecto humano venía entre las nubes del cielo. Se acercó al venerable Anciano y fue llevado a su presencia,


Cuando llegó a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: ―¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Le respondieron:


»Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, con todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso.


―Tú lo has dicho —respondió Jesús—. Pero yo os digo a todos: De ahora en adelante veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo.


Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo: ―Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra.


Su fama se extendió por toda Siria, y le llevaban todos los que padecían de diversas enfermedades, los que sufrían de dolores graves, los endemoniados, los epilépticos y los paralíticos, y él los sanaba.


Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —se dirigió entonces al paralítico—: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.


Jesús extendió la mano y tocó al hombre. ―Sí, quiero —le dijo—. ¡Queda limpio! Y al instante se le quitó la lepra.


Entonces llegaron unos hombres que llevaban en una camilla a un paralítico. Procuraron entrar para ponerlo delante de Jesús,


¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados quedan perdonados”, o “Levántate y anda”?


Entonces se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron, y Jesús dijo: ―Joven, ¡te ordeno que te levantes!


Pero él la tomó de la mano y le dijo: ―¡Niña, levántate!


Dicho esto, gritó con todas sus fuerzas: ―¡Lázaro, sal fuera!


ya que le has conferido autoridad sobre todo mortal para que él les conceda vida eterna a todos los que le has dado.


Nadie ha subido jamás al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre.


y le ha dado autoridad para juzgar, puesto que es el Hijo del hombre.


le ordenó con voz fuerte: ―¡Ponte en pie y enderézate! El hombre dio un salto y empezó a caminar.


Por su poder, Dios lo exaltó como Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.


«Eneas —le dijo Pedro—, Jesucristo te sana. Levántate y haz tu cama». Y al instante se levantó.


Pedro hizo que todos salieran del cuarto; luego se puso de rodillas y oró. Volviéndose hacia la muerta, dijo: «Tabita, levántate». Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó.


En medio de los candelabros estaba alguien «semejante al Hijo del hombre», vestido con una túnica que le llegaba hasta los pies y ceñido con una banda de oro a la altura del pecho.