―Señor, ¿son pocos los que van a salvarse? —le preguntó uno.
Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:
Alguien le preguntó: —Señor, ¿solo unos pocos se salvarán? Él contestó:
Alguien le preguntó: 'Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvarán?'
Le dijo uno: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Él entonces les dijo:
Uno le preguntó: 'Señor, ¿son pocos los que se salvan?'. Él les contestó:
Y le dijo uno: Señor, ¿son pocos los que serán salvos? Y Él les dijo:
Al oír esto, los discípulos quedaron desconcertados y decían: ―En ese caso, ¿quién podrá salvarse?
»Así que los últimos serán primeros, y los primeros, últimos».
Porque muchos son los invitados, pero pocos los escogidos».
Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y son pocos los que la encuentran.
Continuando su viaje a Jerusalén, Jesús enseñaba en los pueblos y aldeas por donde pasaba.
―Esforzaos por entrar por la puerta estrecha —contestó—, porque os digo que muchos tratarán de entrar y no podrán.