Al día siguiente, madrugaron y fueron al desierto de Tecoa. Mientras avanzaban, Josafat se detuvo y dijo: «Habitantes de Judá y de Jerusalén, escuchadme: ¡Confiad en el Señor, y seréis librados! ¡Confiad en vuestros profetas, y tendréis éxito!»
Juan 11:40 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017 ―¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? —contestó Jesús. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? Biblia Nueva Traducción Viviente Jesús respondió: —¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios? Biblia Católica (Latinoamericana) Jesús le respondió: '¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?' La Biblia Textual 3a Edicion Jesús le dice: ¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? Biblia Serafín de Ausejo 1975 Jesús le responde: '¿No te dije que, si crees, verás la gloria de Dios?'. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? |
Al día siguiente, madrugaron y fueron al desierto de Tecoa. Mientras avanzaban, Josafat se detuvo y dijo: «Habitantes de Judá y de Jerusalén, escuchadme: ¡Confiad en el Señor, y seréis librados! ¡Confiad en vuestros profetas, y tendréis éxito!»
¡Sean manifiestas tus obras a tus siervos, y tu esplendor a sus descendientes!
y mañana por la mañana veréis la gloria del Señor. Ya él sabe que vosotros andáis murmurando contra él. Nosotros no somos nadie, para que vosotros murmuréis contra nosotros.
―Por vuestra poca fe —les respondió—. Os aseguro que, si tuvierais fe tan pequeña como un grano de mostaza, podríais decirle a esta montaña: “Trasládate de aquí para allá”, y se trasladaría. Para vosotros nada resultaría imposible.
Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Cuando Jesús oyó esto, dijo: «Esta enfermedad no terminará en muerte, sino que es para la gloria de Dios, para que por ella el Hijo de Dios sea glorificado».
―Ni él pecó, ni sus padres —respondió Jesús—, sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida.
Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva.
Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu.
Porque Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en las tinieblas, hizo brillar su luz en nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo.