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Jeremías 38:5 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

El rey Sedequías respondió: ―Lo dejo en vuestras manos. Ni yo, que soy el rey, puedo oponerme a vosotros.

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Montre Interlinear Bible

Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

Y dijo el rey Sedequías: He aquí que él está en vuestras manos; pues el rey nada puede hacer contra vosotros.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

El rey Sedequías estuvo de acuerdo. —Está bien —dijo—, hagan lo que quieran. No los puedo detener.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Sedecías respondió: 'Ahí lo tienen, pues el rey nada puede contra ustedes.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Y el rey Sedequías respondió: Mirad, él está en vuestras manos; nada puede hacer el rey contra vosotros.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

'Ahí está en vuestras manos -respondió el rey Sedecías-, pues el rey nada puede contra vosotros'.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Entonces el rey Sedequías dijo: He aquí, él está en vuestras manos; pues el rey nada puede hacer contra vosotros.

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Jeremías 38:5
10 Referans Kwoze  

David respondió: ―Hijos de Sarvia, esto no es asunto vuestro, sino mío. Estáis actuando como si fuerais mis adversarios. ¿Cómo va a morir hoy alguien del pueblo, cuando precisamente en este día vuelvo a ser rey de Israel?


En cuanto a mí, aunque me han ungido rey, soy todavía débil; no puedo hacerles frente a estos hijos de Sarvia. ¡Que el Señor le pague al malhechor según sus malas obras!»


Temer a los hombres resulta una trampa, pero el que confía en el Señor sale bien librado.


En cuanto a mí, estoy en vuestras manos; haced conmigo lo que mejor os parezca.


El rey Sedequías mandó que trajeran a Jeremías al palacio, y allí le preguntó en secreto: ―¿Has recibido alguna palabra del Señor? ―Sí —respondió Jeremías—, serás entregado en manos del rey de Babilonia.


El rey dio entonces la orden, y Daniel fue arrojado al foso de los leones. Allí, el rey animaba a Daniel: ―¡Que tu Dios, a quien siempre sirves, se digne salvarte!


Trajeron entonces una piedra, y con ella taparon la boca del foso. El rey la selló con su propio anillo y con el de sus nobles para que la sentencia contra Daniel no pudiera ser cambiada.


―¡He pecado! —admitió Saúl—. He quebrantado el mandato del Señor y tus instrucciones. Los soldados me intimidaron y les hice caso.


―Ya lo sé —respondió Aquis—. Para mí tú eres como un ángel de Dios. Sin embargo, los generales filisteos han decidido que no vayas con nosotros a la batalla.