Además del pecado que hizo cometer a Judá, haciendo así lo que ofende al Señor, Manasés derramó tanta sangre inocente que inundó Jerusalén de un extremo a otro.
Jeremías 2:34 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017 Tienes la ropa manchada de sangre, de sangre de gente pobre e inocente, a los que nunca sorprendiste robando. Por todo esto Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Aun en tus faldas se halló la sangre de los pobres, de los inocentes. No los hallaste en ningún delito; sin embargo, en todas estas cosas dices: Biblia Nueva Traducción Viviente Tus vestidos están manchados con la sangre de los inocentes y de los pobres, ¡aunque no los sorprendiste robando tu casa! Biblia Católica (Latinoamericana) Mira tus manos manchadas con sangre,
no de bandidos sorprendidos en el crimen
sino que de inocentes. La Biblia Textual 3a Edicion Hasta en los bordes de tu vestido hay sangre de almas de pobres inocentes, A quienes no sorprendiste irrumpiendo.° Y a pesar de todo, dices: Biblia Serafín de Ausejo 1975 Hasta en tus faldas se encuentra sangre de pobres, de inocentes, a quienes no sorprendiste en flagrante. Si, a pesar de todo eso, Biblia Reina Valera Gómez (2023) También en tus faldas se halla la sangre de las almas de los pobres inocentes; no la hallé en indagación secreta, sino en todas estas cosas. |
Además del pecado que hizo cometer a Judá, haciendo así lo que ofende al Señor, Manasés derramó tanta sangre inocente que inundó Jerusalén de un extremo a otro.
incluso por haber derramado sangre inocente, con la cual inundó Jerusalén. Por lo tanto, el Señor no quiso perdonar.
»Si alguien roba un toro o una oveja, y los mata o los vende, deberá devolver cinco cabezas de ganado por el toro, y cuatro ovejas por la oveja.
»Si a alguien se le sorprende robando, y se le mata, su muerte no se considerará homicidio.
Entre los robles, y debajo de todo árbol frondoso, dan rienda suelta a su lujuria; junto a los arroyos, y en las grietas de las rocas, sacrifican a niños pequeños.
Tenéis las manos manchadas de sangre y los dedos manchados de iniquidad. Vuestros labios dicen mentiras; vuestra lengua murmura maldades.
Sus pies corren hacia el mal; se apresuran a derramar sangre inocente. Sus pensamientos son perversos; dejan ruina y destrucción en sus caminos.
Porque ellos me han abandonado. Han profanado este lugar, quemando en él incienso a otros dioses que no conocían ni ellos ni sus antepasados ni los reyes de Judá. Además, han llenado de sangre inocente este lugar.
¡Qué mañosa eres para conseguir amantes! ¡Hasta las malas mujeres han aprendido de ti!
¿Acaso se han avergonzado de la abominación que han cometido? ¡No, no se han avergonzado de nada, ni saben siquiera lo que es la vergüenza! Por eso, caerán con los que caigan; cuando los castigue, serán derribados», dice el Señor.
Además, construyeron el santuario pagano de Tofet, en el valle de Ben Hinón, para quemar a sus hijos y a sus hijas en el fuego, cosa que jamás ordené ni me pasó siquiera por la mente.
si no oprimís al extranjero ni al huérfano ni a la viuda, si no derramáis sangre inocente en este lugar, ni seguís a otros dioses para vuestro propio mal,
¿Acaso se han avergonzado de la abominación que han cometido? ¡No, no se han avergonzado de nada, y ni siquiera saben lo que es la vergüenza! Por eso, caerán con los que caigan; cuando los castigue, serán derribados —dice el Señor—.
Sus vestidos están llenos de inmundicia; no tuvo en cuenta lo que le esperaba. Su caída fue sorprendente; no hubo nadie que la consolara. «¡Mira, Señor, mi aflicción! ¡El enemigo ha triunfado!»
Con las manos manchadas de sangre, andan por las calles como ciegos. No hay nadie que se atreva a tocar siquiera sus vestidos.
Hasta el día de hoy, os contamináis al hacer vuestras ofrendas y al sacrificar a vuestros hijos, pasándolos por fuego en honor a los ídolos. ¿Y ahora, israelitas, venís a consultarme? Juro por mí mismo que no dejaré que me consultéis. Yo, el Señor omnipotente, lo afirmo.
Como leones rugientes que despedazan a la presa, hay una conspiración de profetas que devoran a la gente, que se apoderan de las riquezas y de los objetos de valor, y que aumentan el número de viudas.
Pero los hombres justos les darán el castigo que merecen las mujeres asesinas y adúlteras, ¡porque son unas adúlteras, y tienen las manos manchadas de sangre!
La ciudad está empapada en su sangre, pues ella la derramó sobre la roca desnuda; no la derramó por el suelo, para impedir que el polvo la cubriera.
El Señor me respondió: «La iniquidad del pueblo de Israel y de Judá es extremadamente grande. El país está lleno de violencia; la ciudad, llena de injusticia. Ellos piensan: “El Señor ha abandonado el país. No hay ningún Señor que vea”.