Isaac había llegado a viejo y se había quedado ciego. Un día llamó a Esaú, su hijo mayor. ―¡Hijo mío! —le dijo. ―Aquí estoy —le contestó Esaú.
Génesis 48:10 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017 Israel ya era muy anciano, y por su avanzada edad casi no podía ver; por eso José los acercó, y su padre los besó y abrazó. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Y los ojos de Israel estaban tan agravados por la vejez, que no podía ver. Les hizo, pues, acercarse a él, y él les besó y les abrazó. Biblia Nueva Traducción Viviente Jacob casi había perdido la vista debido a su avanzada edad y apenas podía ver. Entonces José le acercó a los muchachos, y Jacob los besó y los abrazó. Biblia Católica (Latinoamericana) Israel tenía los ojos debilitados por la vejez y no podía ver. Cuando José se los acercó, él los abrazó y los besó. La Biblia Textual 3a Edicion Y los ojos de Israel estaban pesados a causa de la vejez, y casi no podía ver. Así pues, los hizo acercarse y los besó y los abrazó. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Los ojos de Israel se habían debilitado por la vejez y no podía ver. José se los acercó, y él los besó y abrazó. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y los ojos de Israel estaban tan agravados de la vejez, que no podía ver. Les hizo, pues, acercarse a él, y él los besó y abrazó. |
Isaac había llegado a viejo y se había quedado ciego. Un día llamó a Esaú, su hijo mayor. ―¡Hijo mío! —le dijo. ―Aquí estoy —le contestó Esaú.
Jacob se acercó y lo besó. Cuando Isaac olió su ropa, lo bendijo con estas palabras: «El olor de mi hijo es como el de un campo bendecido por el Señor.
A la madrugada del día siguiente, Labán se levantó, besó y bendijo a sus nietos y a sus hijas, y regresó a su casa.
Luego José, bañado en lágrimas, besó a todos sus hermanos. Solo entonces se animaron ellos a hablarle.
Luego le dijo a José: ―Ya había perdido la esperanza de volver a verte, ¡y ahora Dios me ha concedido ver también a tus hijos!
Al ver a los hijos de José, Israel preguntó: ―Y estos chicos, ¿quiénes son?
Entonces Eliseo dejó sus bueyes y corrió tras Elías. ―Permíteme despedirme de mi padre y de mi madre con un beso —dijo él—, y luego te seguiré. ―Anda, ve —respondió Elías—. Yo no te lo voy a impedir.
Un día temblarán los guardianes de la casa, y se encorvarán los hombres de batalla; se detendrán las molenderas por ser tan pocas, y se apagarán los que miran a través de las ventanas.
La mano del Señor no se queda corta para salvar, ni es sordo su oído para oír.
Haz insensible el corazón de este pueblo; embota sus oídos y cierra sus ojos, no sea que vea con sus ojos, oiga con sus oídos, y entienda con su corazón, y se convierta y sea sanado».
Moisés tenía ciento veinte años de edad cuando murió. Con todo, no se había debilitado su vista ni había perdido su vigor.
Elí ya se estaba quedando ciego. Un día, mientras él descansaba en su habitación,
(Elí ya tenía noventa y ocho años, y sus ojos ni se movían, de modo que no podía ver).