Levantando la vista hacia la ventana, Jehú gritó: ―¿Quién está de mi parte? ¿Quién? Entonces se asomaron dos o tres oficiales,
Ester 7:9 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017 Y Jarboná, uno de los eunucos que atendían al rey, dijo: ―Hay una estaca de veinticinco metros de altura, junto a la casa de Amán. Él mandó colocarla para Mardoqueo, el que intervino en favor del rey. ―¡Colgadlo en ella! —ordenó el rey. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Y dijo Harbona, uno de los eunucos que servían al rey: He aquí en casa de Amán la horca de cincuenta codos de altura que hizo Amán para Mardoqueo, el cual había hablado bien por el rey. Entonces el rey dijo: Colgadlo en ella. Biblia Nueva Traducción Viviente Luego Harbona, uno de los eunucos del rey, dijo: —Amán ha levantado un poste afilado de veintitrés metros de altura en el patio de su casa. Tenía pensado utilizarlo para atravesar a Mardoqueo, el hombre que salvó al rey de ser asesinado. —¡Que atraviesen a Amán en ese poste! —ordenó el rey. Biblia Católica (Latinoamericana) Arbona, uno de los eunucos, dijo al rey: 'Hay una horca que preparó Amán para Mardoqueo, el que había sido honrado por el rey. Está levantada frente a la casa de Amán y tiene una altura de veinticinco metros». Entonces dijo el rey: 'Cuelguen allí a Amán». La Biblia Textual 3a Edicion Y dijo Harbona, uno de los eunucos que estaban en presencia del rey: ¡He allí precisamente colocado en casa de Amán un madero de cincuenta codos de altura, el cual Amán preparó para Mardoqueo, quien habló en provecho del rey!° Y el rey ordenó: ¡Colgadlo en él! Biblia Serafín de Ausejo 1975 Jarboná, uno de los eunucos, dijo en presencia del rey: 'Precisamente la horca que había preparado Amán para Mardoqueo, el que denunció la trama contra el rey, está levantada en casa de Amán, y es de cincuenta codos de alta'. Y dijo el rey: 'Que lo cuelguen de ella'. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y dijo Harbona, uno de los eunucos de delante del rey: He aquí también la horca de cincuenta codos de altura que hizo Amán para Mardoqueo, el cual había hablado bien por el rey, está en casa de Amán. Entonces el rey dijo: Colgadlo en ella. |
Levantando la vista hacia la ventana, Jehú gritó: ―¿Quién está de mi parte? ¿Quién? Entonces se asomaron dos o tres oficiales,
Al séptimo día, como a causa del vino el rey Asuero estaba muy alegre, les ordenó a los siete eunucos que le servían —Meumán, Biztá, Jarboná, Bigtá, Abagtá, Zetar y Carcás—
Su esposa Zeres y todos sus amigos le dijeron: ―Haz que se coloque una estaca de veinticinco metros de altura, y por la mañana pídele al rey que cuelgue en ella a Mardoqueo. Así podrás ir contento al banquete con el rey. La sugerencia le agradó a Amán, y mandó que se colocara la estaca.
Mientras todavía estaban hablando con Amán, llegaron los eunucos del rey y lo llevaron de prisa al banquete ofrecido por Ester.
Allí constaba que Mardoqueo había delatado a Bigtán y Teres, dos de los eunucos del rey, miembros de la guardia, que habían tramado asesinar al rey Asuero.
El rey Asuero respondió entonces a la reina Ester y a Mardoqueo el judío: ―Debido a que Amán atentó contra los judíos, le he dado sus propiedades a Ester, y a él lo han colgado en la estaca.
El rey ordenó que se hiciera así. Se emitió un edicto en Susa, y los diez hijos de Amán fueron colgados.
Pero, cuando Ester se presentó ante el rey, este ordenó por escrito que el malvado plan que Amán había maquinado contra los judíos debía recaer sobre su propia cabeza, y que él y sus hijos fueran colgados en la estaca.
Que caigan los impíos en sus propias redes, mientras yo salgo bien librado.
que la ruina los tome por sorpresa; que caigan en su propia trampa, en la fosa que ellos mismos cavaron.
Entonces el rey mandó traer a los que falsamente lo habían acusado y ordenó que los arrojaran al foso de los leones, junto con sus esposas y sus hijos. ¡No habían tocado el suelo cuando ya los leones habían caído sobre ellos y les habían triturado los huesos!
Nosotros los administradores reales, junto con los prefectos, sátrapas, consejeros y gobernadores, convenimos en que el rey debería emitir y confirmar un decreto que exija que, durante los próximos treinta días, sea arrojado al foso de los leones todo el que adore a cualquier dios u hombre que no sea el rey.
Luego corrió adonde estaba el filisteo, le quitó la espada y, desenvainándola, lo remató con ella y le cortó la cabeza. Cuando los filisteos vieron que su héroe había muerto, salieron corriendo.