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Efesios 2:3 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos. Como los demás, éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios.

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Montre Interlinear Bible

Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Todos vivíamos así en el pasado, siguiendo los deseos de nuestras pasiones y la inclinación de nuestra naturaleza pecaminosa. Por nuestra propia naturaleza, éramos objeto del enojo de Dios igual que todos los demás.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

De ellos éramos también nosotros, y nos dejamos llevar por las codicias humanas, obedeciendo a los deseos de nuestra naturaleza y consintiendo sus proyectos, e íbamos directamente al castigo, lo mismo que los demás.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Entre ellos también vivimos todos nosotros en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad° de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás;

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

entre los cuales también nosotros todos vivíamos entonces según las tendencias de nuestra carne, realizando los deseos de la carne y de la mente, y éramos, por naturaleza, hijos de ira, exactamente como los otros...

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo; en las concupiscencias de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

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Lòt tradiksyon



Efesios 2:3
54 Referans Kwoze  

Cuando Adán llegó a la edad de ciento treinta años, tuvo un hijo a su imagen y semejanza, y lo llamó Set.


Al ver el Señor que la maldad del ser humano en la tierra era muy grande, y que todos sus pensamientos tendían siempre hacia el mal,


Cuando el Señor percibió el grato aroma, se dijo a sí mismo: «Aunque las intenciones del ser humano son perversas desde su juventud, nunca más volveré a maldecir la tierra por culpa suya. Tampoco volveré a destruir a todos los seres vivientes, como acabo de hacer.


¿Quién de la inmundicia puede sacar pureza? ¡No hay nadie que pueda hacerlo!


¿Cómo puede el hombre declararse inocente ante Dios? ¿Cómo puede alegar pureza quien ha nacido de mujer?


Yo sé que soy malo de nacimiento; pecador me concibió mi madre.


Todos andábamos perdidos, como ovejas; cada uno seguía su propio camino, pero el Señor hizo recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros.


pero las preocupaciones de esta vida, el engaño de las riquezas y muchos otros malos deseos entran hasta ahogar la palabra, de modo que esta no llega a dar fruto.


Estos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios.


Vosotros sois de vuestro padre, el diablo, cuyos deseos queréis cumplir. Desde el principio este ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!


En épocas pasadas él permitió que todas las naciones siguieran su propio camino.


Por eso Dios los entregó a los malos deseos de sus corazones, que conducen a la impureza sexual, de modo que degradaron sus cuerpos los unos con los otros.


De hecho, en otro tiempo vosotros fuisteis desobedientes a Dios; pero ahora, por la desobediencia de los israelitas, habéis sido objeto de su misericordia.


Más bien, revestíos del Señor Jesucristo, y no os preocupéis por satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa.


De hecho, cuando los gentiles, que no tienen la ley, cumplen por naturaleza lo que la ley exige, ellos son ley para sí mismos, aunque no tengan la ley.


Porque si, cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, habiendo sido reconciliados, seremos salvados por su vida!


Y ahora que hemos sido justificados por su sangre, ¡con cuánta más razón, por medio de él, seremos salvados del castigo de Dios!


Por lo tanto, no permitáis que el pecado reine en vuestro cuerpo mortal, ni obedezcáis a vuestros malos deseos.


Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo.


¿Y qué si Dios, queriendo mostrar su ira y dar a conocer su poder, soportó con mucha paciencia a los que eran objeto de su castigo y estaban destinados a la destrucción?


¿Quién te distingue de los demás? ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y, si lo recibiste, ¿por qué presumes como si no te lo hubieran dado?


Como tenemos estas promesas, queridos hermanos, purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación.


Pero la Escritura declara que todo el mundo es prisionero del pecado, para que mediante la fe en Jesucristo lo prometido se les conceda a los que creen.


en los cuales andabais conforme a los poderes de este mundo. Os conducíais según el que gobierna las tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia.


Con respecto a la vida que antes llevabais, se os enseñó que debíais quitaros el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos;


En otro tiempo vosotros, por vuestra actitud y vuestras malas acciones, estabais alejados de Dios y erais sus enemigos.


Hermanos, no queremos que ignoréis lo que va a pasar con los que ya han muerto, para que no os entristezcáis como esos otros que no tienen esperanza.


No debemos, pues, dormirnos como los demás, sino mantenernos alerta y en nuestro sano juicio.


Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción.


En otro tiempo también nosotros éramos necios y desobedientes. Estábamos descarriados y éramos esclavos de todo género de pasiones y placeres. Vivíamos en la malicia y en la envidia. Éramos detestables y nos odiábamos unos a otros.


Como hijos obedientes, no os amoldéis a los malos deseos que teníais antes, cuando vivíais en la ignorancia.


Tienen los ojos llenos de adulterio y son insaciables en el pecar; seducen a las personas inconstantes; son expertos en la avaricia, ¡hijos de maldición!


Pronunciando discursos arrogantes y sin sentido, seducen con los instintos naturales desenfrenados a quienes apenas comienzan a apartarse de los que viven en el error.


Porque nada de lo que hay en el mundo —los malos deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida— proviene del Padre, sino del mundo.


Por otra parte, lo que os escribo es un mandamiento nuevo, cuya verdad se manifiesta tanto en la vida de Cristo como en la vuestra, porque la oscuridad se va desvaneciendo y ya brilla la luz verdadera.