―¡Ay! —exclamó el rey de Israel—. ¡El Señor ha reunido a tres reyes para entregarlos en manos de los moabitas!
2 Reyes 6:5 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017 De pronto, al cortar un tronco, a uno de los profetas se le zafó el hacha y se le cayó al río. ―¡Ay, maestro! —gritó—. ¡Esa hacha no era mía! Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Y aconteció que mientras uno derribaba un árbol, se le cayó el hacha en el agua; y gritó diciendo: ¡Ah, señor mío, era prestada! Biblia Nueva Traducción Viviente pero mientras uno de ellos cortaba un árbol, la cabeza de su hacha cayó al río. —¡Ay, señor! —gritó—. ¡Era un hacha prestada! Biblia Católica (Latinoamericana) Mientras uno de ellos cortaba un tronco, cayó el hacha al agua. Se puso a gritar: '¡Ay de mí, mi señor, esa era un hacha que me habían prestado!' La Biblia Textual 3a Edicion Y aconteció que mientras uno derribaba un árbol, se le cayó el hierro° al agua; y gritó diciendo: ¡Ay, señor mío! ¡Era prestado! Biblia Serafín de Ausejo 1975 Y sucedió que, mientras uno cortaba un tronco, se le cayó al agua el hierro del hacha y comenzó a gritar: '¡Ay, señor mío, que el hacha era prestada!'. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y aconteció que derribando uno un árbol, se le cayó el hacha en el agua; y dio voces, diciendo: ¡Ah, señor mío, que era prestada! |
―¡Ay! —exclamó el rey de Israel—. ¡El Señor ha reunido a tres reyes para entregarlos en manos de los moabitas!
La mujer fue y se lo contó al hombre de Dios, quien le mandó: «Ahora ve a vender el aceite, y paga tus deudas. Con el dinero que te sobre, podréis vivir tú y tus hijos».
Por la mañana, cuando el criado del hombre de Dios se levantó para salir, vio que un ejército con caballos y carros de combate rodeaba la ciudad. ―¡Ay, mi señor! —exclamó el criado—. ¿Qué vamos a hacer?
―¿Dónde cayó? —preguntó el hombre de Dios. Cuando se le indicó el lugar, Eliseo cortó un palo y, echándolo allí, hizo que el hacha saliera a flote.
Los malvados piden prestado y no pagan, pero los justos dan con generosidad.
Si el hacha pierde su filo, y no se vuelve a afilar, hay que golpear con más fuerza. El éxito radica en la acción sabia y bien ejecutada.
Derriba con un hacha la espesura del bosque, y el esplendor del Líbano se viene abajo.
Aterrorizados al ver semejante castigo, se mantendrán a distancia y gritarán: «¡Ay! ¡Ay de ti, la gran ciudad, Babilonia, ciudad poderosa, porque en una sola hora ha llegado tu juicio!»
«¡Ay! ¡Ay de la gran ciudad, vestida de lino fino, de púrpura y escarlata, y adornada con oro, piedras preciosas y perlas,
Harán duelo, llorando y lamentándose a gritos: «¡Ay! ¡Ay de la gran ciudad, con cuya opulencia se enriquecieron todos los dueños de flotas navieras! ¡En una sola hora ha quedado destruida!