Entonces Ben Adad le envió otro mensaje a Acab: «Que los dioses me castiguen sin piedad si queda en Samaria el polvo suficiente para que mis hombres se lleven un puñado».
2 Reyes 18:23 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017 »Ahora bien, Ezequías, haz este trato con mi señor, el rey de Asiria: Yo te doy dos mil caballos si tú consigues otros tantos jinetes para montarlos. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Ahora, pues, yo te ruego que des rehenes a mi señor, el rey de Asiria, y yo te daré dos mil caballos, si tú puedes dar jinetes para ellos. Biblia Nueva Traducción Viviente »¡Se me ocurre una idea! Llega a un acuerdo con mi amo, el rey de Asiria. Yo te daré dos mil caballos, ¡si es que puedes encontrar esa cantidad de hombres para que los monten! Biblia Católica (Latinoamericana) Haz ahora una apuesta con mi señor el rey de Asur: te doy dos mil caballos si tienes jinetes para montarlos. La Biblia Textual 3a Edicion Ahora pues, haz una apuesta con mi señor, el rey de Asiria, y yo te daré dos mil caballos, si es que tienes quien los monte. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Haz ahora una apuesta con mi señor, el rey de Asiria: te doy dos mil caballos si eres capaz de procurarte jinetes para ellos. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Por tanto, ahora yo te ruego que des prendas a mi señor, el rey de Asiria, y yo te daré dos mil caballos, si tú pudieres dar jinetes para ellos. |
Entonces Ben Adad le envió otro mensaje a Acab: «Que los dioses me castiguen sin piedad si queda en Samaria el polvo suficiente para que mis hombres se lleven un puñado».
ordenó: «¡Capturadlos vivos, sea que vengan en son de paz o en son de guerra!»
Y, si vosotros me decís: ‘Nosotros confiamos en el Señor, nuestro Dios’, ¿no se trata acaso, Ezequías, del Dios cuyos altares y santuarios paganos tú mismo quitaste, diciéndoles a Judá y a Jerusalén: ‘Debéis adorar solamente ante este altar en Jerusalén’?”
¿Cómo podrás rechazar el ataque de uno solo de los funcionarios más insignificantes de mi señor, si confías en obtener de Egipto carros de combate y jinetes?
Le echó una mirada a David y, al darse cuenta de que era apenas un muchacho, trigueño y buen mozo, con desprecio
añadió: ―¡Ven acá, que les voy a echar tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo!