Cuando compareció ante el rey, este le preguntó: ―Micaías, ¿debemos ir a la guerra contra Ramot de Galaad, o no? ―Ataca, que vencerás —contestó él—, porque el Señor la entregará en tus manos.
1 Reyes 22:16 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017 El rey le reconvino: ―¿Cuántas veces debo hacerte jurar que no me digas nada más que la verdad en el nombre del Señor? Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Y el rey le dijo: ¿Hasta cuántas veces he de exigirte que no me digas sino la verdad en el nombre de Jehová? Biblia Nueva Traducción Viviente Pero el rey le respondió con dureza: —¿Cuántas veces tengo que exigirte que solo me digas la verdad cuando hables de parte del Señor? Biblia Católica (Latinoamericana) Pero el rey le dijo: '¿Hasta cuándo tengo que exigirte en nombre de Yavé que me digas la verdad?' La Biblia Textual 3a Edicion Pero el rey le dijo: ¿Cuántas veces tengo que hacerte jurar que no me digas sino la verdad en nombre de YHVH? Biblia Serafín de Ausejo 1975 Pero el rey le dijo: '¿Cuántas veces he de conjurarte a que no me digas más que la verdad en nombre de Yahveh?'. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y el rey le dijo: ¿Hasta cuántas veces he de hacerte jurar que no me digas sino la verdad en el nombre de Jehová? |
Cuando compareció ante el rey, este le preguntó: ―Micaías, ¿debemos ir a la guerra contra Ramot de Galaad, o no? ―Ataca, que vencerás —contestó él—, porque el Señor la entregará en tus manos.
Ante esto, Micaías respondió: ―Vi a todo Israel esparcido por las colinas, como ovejas sin pastor. Y el Señor dijo: “Esta gente no tiene amo. ¡Que cada cual se vaya a su casa en paz!”
El rey le reconvino: ―¿Cuántas veces debo hacerte jurar que no me digas nada más que la verdad en el nombre del Señor?
El profeta que tenga un sueño, que lo cuente; pero el que reciba mi palabra, que la proclame con fidelidad. ¿Qué tiene que ver la paja con el grano? —afirma el Señor—.
El rey Sedequías mandó que trajeran a Jeremías al palacio, y allí le preguntó en secreto: ―¿Has recibido alguna palabra del Señor? ―Sí —respondió Jeremías—, serás entregado en manos del rey de Babilonia.
El rey Sedequías mandó que llevaran a Jeremías a la tercera entrada de la casa del Señor, y allí le dijo: ―Te voy a preguntar algo, y por favor no me ocultes nada.
―¡Bueno, ya estoy aquí! —contestó Balán—. Solo que no podré decir nada que Dios no ponga en mi boca.
Pero Jesús se quedó callado. Así que el sumo sacerdote insistió: ―Te ordeno en el nombre del Dios viviente que nos digas si eres el Cristo, el Hijo de Dios.
―¿Por qué te entrometes, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? —gritó con fuerza—. ¡Te ruego por Dios que no me atormentes!
Algunos judíos que andaban expulsando espíritus malignos intentaron invocar sobre los endemoniados el nombre del Señor Jesús. Decían: «¡En el nombre de Jesús, a quien Pablo predica, os ordeno que salgáis!»
En aquel tiempo, Josué hizo este juramento: «¡Maldito sea en la presencia del Señor el que se atreva a reconstruir esta ciudad! Que eche los cimientos a costa de la vida de su hijo mayor. Que ponga las puertas a costa de la vida de su hijo menor».
Los israelitas desfallecían de hambre, pues Saúl había puesto al ejército bajo este juramento: «¡Maldito el que coma algo antes del anochecer, antes de que pueda vengarme de mis enemigos!» Así que aquel día ninguno de los soldados había probado bocado.