»Los de corazón impío abrigan resentimiento; no piden ayuda aun cuando Dios los castigue.
1 Pedro 2:1 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017 Por lo tanto, abandonando toda maldad y todo engaño, hipocresía, envidias y toda calumnia, Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, Biblia Nueva Traducción Viviente Por lo tanto, desháganse de toda mala conducta. Acaben con todo engaño, hipocresía, celos y toda clase de comentarios hirientes. Biblia Católica (Latinoamericana) Rechacen, pues, toda maldad y engaño, la hipocresía, la envidia y toda clase de chismes. La Biblia Textual 3a Edicion Desechando pues toda malicia, y todo engaño, fingimientos y envidias, y todas las maledicencias, Biblia Serafín de Ausejo 1975 Despojaos, pues, de toda maldad y de toda falsedad, de hipocresías, de envidias y de toda clase de maledicencias. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Desechando, pues, toda malicia, y todo engaño, e hipocresía, y envidia, y toda maledicencia, |
»Los de corazón impío abrigan resentimiento; no piden ayuda aun cuando Dios los castigue.
Dichoso aquel a quien el Señor no toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay engaño.
No te irrites a causa de los impíos ni envidies a los que cometen injusticias;
El corazón tranquilo da vida al cuerpo, pero la envidia corroe los huesos.
No te alteres por causa de los malvados, ni sientas envidia de los impíos,
En aquel día la gente arrojará a los topos y murciélagos los ídolos de oro y plata que había fabricado para adorarlos.
Entonces profanarás tus ídolos enchapados en plata y tus imágenes revestidas de oro; los arrojarás como cosa impura, y les dirás: «¡Fuera de aquí!»
Así también vosotros, por fuera dais la impresión de ser justos, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de maldad.
Lo castigará severamente y le impondrá la condena que reciben los hipócritas. Y habrá llanto y rechinar de dientes.
¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano.
¿Debemos pagar o no? Pero Jesús, sabiendo que fingían, les replicó: ―¿Por qué me tendéis trampas? Traedme una moneda romana para verla.
»¡Ay de vosotros!, que sois como tumbas sin lápida, sobre las que anda la gente sin darse cuenta».
Mientras tanto, se habían reunido millares de personas, tantas que se atropellaban unas a otras. Jesús comenzó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos: «Cuidaos de la levadura de los fariseos, o sea, de la hipocresía.
¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame sacarte la astilla del ojo”, cuando tú mismo no te das cuenta de la viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano.
Cuando Jesús vio que Natanael se le acercaba, comentó: ―Aquí tenéis un verdadero israelita, en quien no hay falsedad.
Se han llenado de toda clase de maldad, perversidad, avaricia y depravación. Están llenos de envidia, homicidios, disensiones, engaño y malicia. Son chismosos,
Hermanos, no seáis niños en vuestro modo de pensar. Sed niños en cuanto a la malicia, pero adultos en vuestro modo de pensar.
Así que celebremos nuestra Pascua no con la vieja levadura, que es la malicia y la perversidad, sino con pan sin levadura, que es la sinceridad y la verdad.
En realidad, me temo que cuando vaya a veros no os encuentre como quisiera, ni vosotros me encontréis a mí como quisierais. Temo que haya peleas, celos, arrebatos de ira, rivalidades, calumnias, chismes, insultos y alborotos.
Abandonad toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia.
Nuestra exhortación no se origina en el error ni en malas intenciones, ni procura engañar a nadie.
Así mismo, las esposas de los diáconos deben ser honorables, no calumniadoras, sino moderadas y dignas de toda confianza.
A las ancianas, enséñalas que sean reverentes en su conducta, y no calumniadoras ni adictas al mucho vino. Deben enseñar lo bueno
Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante.
Por esto, despojaos de toda inmundicia y de la maldad que tanto abunda, para que podáis recibir con humildad la palabra sembrada en vosotros, la cual tiene poder para salvaros la vida.
Pero, si tenéis envidias amargas y rivalidades en el corazón, dejad de presumir y de faltar a la verdad.
Hermanos, no habléis mal unos de otros. Si alguien habla mal de su hermano, o lo juzga, habla mal de la ley y la juzga. Y, si juzgas la ley, ya no eres cumplidor de la ley, sino su juez.
¿O creéis que la Escritura dice en vano que Dios ama celosamente al espíritu que hizo morar en nosotros?
No os quejéis unos de otros, hermanos, para que no seáis juzgados. ¡El juez ya está a la puerta!
Eso es actuar como personas libres que no os valéis de vuestra libertad para disimular la maldad, sino que vivís como siervos de Dios.
En efecto, «el que quiera amar la vida y gozar de días felices, que refrene su lengua de hablar el mal y sus labios de proferir engaños;
para vivir el resto de su vida terrenal no satisfaciendo sus pasiones humanas, sino cumpliendo la voluntad de Dios.
A ellos les parece extraño que vosotros ya no corráis con ellos en ese mismo desbordamiento de inmoralidad, y por eso os insultan.