Después de estos sucesos, Yahveh dirigió la palabra a Abrán en una visión, diciéndole: 'No temas, Abrán. Yo soy tu escudo; tu recompensa será muy grande'.
Salmos 3:3 - Biblia Castilian 2003 cuántos los que de m dicen: No hay para él socorro en Dios. Selah Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; Mi gloria, y el que levanta mi cabeza. Biblia Nueva Traducción Viviente Pero tú, oh Señor, eres un escudo que me rodea; eres mi gloria, el que sostiene mi cabeza en alto. Biblia Católica (Latinoamericana) Mas tú, Señor, eres mi escudo,
mi gloria, el que levanta mi cabeza. La Biblia Textual 3a Edicion Pero tú, oh YHVH, eres escudo alrededor mío, Mi gloria, y el que hace levantar mi cabeza. Biblia Serafín de Ausejo 1975 cuántos los que de mí dicen: No hay para él socorro en Dios. Selah Biblia Reina Valera Gómez (2023) Pero tú, oh Jehová, eres escudo alrededor de mí, mi gloria, y el que levanta mi cabeza. |
Después de estos sucesos, Yahveh dirigió la palabra a Abrán en una visión, diciéndole: 'No temas, Abrán. Yo soy tu escudo; tu recompensa será muy grande'.
Dentro de tres d as levantará el Faraón su vista hacia ti y te restablecerá en tu cargo; y volverás a poner la copa en la mano del Faraón, como acostumbrabas antes, cuando eras su copero.
No os infunda Ezequ as confianza en Yahveh, diciendo: 'Con toda certeza nos librará Yahveh, y no entregará esta ciudad en manos del rey de Asiria'.
hasta que yo venga y os lleve hacia un pa s como el vuestro, tierra de trigo y de mosto, tierra de pan y de vi as, de olivos, de aceite y de miel. As viviréis y no moriréis. No escuchéis, pues, a Ezequ as, porque os enga a cuando dice: 'Yahveh nos librará'.
En el a o treinta y siete del cautiverio de Jecon as, rey de Judá, en el duodécimo mes, el d a veintisiete del mes, Evil Merodac, rey de Babilonia, en el a o en que comenzó a reinar, indultó a Jecon as, rey de Judá, y lo sacó de la prisión.
Y con eso se yergue mi cabeza sobre el enemigo que me cerca. Ofreceré en su tienda sacrificios jubilosos, con cantos y salmodias al Se or.
El Se or es mi fortaleza, él mi escudo, en él espero y él me ayuda: mi corazón se regocija y con mi canto le doy gracias.
¿Hasta cuándo, hijos de hombre, mi honor es deshonor, vuestro amor va a lo vac o; vuestra búsqueda al enga o? Selah
En tus atrios un d a vale mil: yo prefiero estar en la puerta de la casa del Se or, que habitar en las tiendas del imp o.
Ya el sol no será para ti luz de d a, y el brillo de la luna de noche no te iluminará; pues Yahveh será para ti luz eterna, y tu Dios será tu esplendor.
¡Dichoso tú, Israel! ¿Quién como tú, pueblo salvado por Yahveh, tu escudo protector, y cuya espada es tu exaltación? Tus enemigos simularán someterse ante ti, pero tú hollarás sus espaldas'.
Ten a la gloria de Dios. Su resplandor era semejante a una piedra precios sima, como a piedra de jaspe que emite destellos cristalinos.
La ciudad no necesita del sol ni de la luna para que la iluminen, porque la ilumina la gloria de Dios y su lámpara es el Cordero.