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Proverbios 7:21 - Biblia Castilian 2003

Lo rinde a fuerza de halagos, lo arrastra con sus labios seductores.

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Montre Interlinear Bible

Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

Lo rindió con la suavidad de sus muchas palabras, Le obligó con la zalamería de sus labios.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Y así lo sedujo con sus dulces palabras y lo engatusó con sus halagos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Logra convencerlo con habilidad, lo seduce y se lo lleva.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Lo atrae con la mucha suavidad de sus palabras, Lo seduce con sus labios lisonjeros.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Lo rinde a fuerza de halagos, lo arrastra con sus labios seductores.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Lo rinde con sus muchas palabras suaves, lo seduce con sus labios lisonjeros.

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Lòt tradiksyon



Proverbios 7:21
14 Referans Kwoze  

Cierto d a pasaba Eliseo por Sunén. Hab a all una mujer principal, que con insistencia lo invitó a comer. Y en adelante, siempre que pasaba, se deten a all a comer.


Cuatro veces me enviaron este mismo recado, y yo les respond de la misma manera.


Salva, Se or, pues se acaban los piadosos, se terminan los fieles de entre los hijos de los hombres.


Los labios de la ajena destilan miel y más untuosa que el aceite es su palabra;


para preservarte de la mujer malvada, de la lengua seductora de la extra a.


Él sigue tras ella al instante, como toro que va al matadero; como ciervo apresado en la trampa,


para guardarte de la mujer extra a, de la extranjera de palabras seductoras.


Entonces el se or le dijo al criado: 'Pues sal a los caminos y cercados y obliga a la gente a entrar, hasta que mi casa se llene.


Pero insistieron en que se quedara con ellos, diciendo: 'Quédate con nosotros; que es tarde y el d a se acaba'. Entró, pues, para quedarse con ellos.


Tras haberse bautizado ella y los de su familia, nos rogó diciendo: 'Si me habéis juzgado fiel al Se or, entrad y quedaos en mi casa'. Y tanto nos insistió que no pudimos negarnos.


Pues el amor de Cristo nos apremia cuando pensamos que uno murió por todos. Por consiguiente, todos murieron.


Ella estuvo lloriqueándole as los siete d as del fest n, hasta que el d a séptimo, como tanto le apremiaba, se lo declaró. Al punto ella explicó el acertijo a los de su pueblo.


Pero él rehusó diciendo: 'No quiero comer'. Sin embargo, sus servidores, y aun la misma mujer le insistieron, de suerte que accedió a sus ruegos. Se levantó del suelo y se sentó en el diván.