Los labios del necio traen la reyerta, su boca invita a los golpes.
Los labios del necio traen contienda; Y su boca los azotes llama.
Con sus palabras, los necios se meten continuamente en pleitos; van en busca de una paliza.
Las reflexiones del tonto provocan las peleas; cuando habla, siembra la confusión.
Los labios del necio provocan contienda, Y su boca clama por azotes.
Los labios del necio entran en contienda; y su boca a los azotes llama.
El necio muestra al punto su cólera, el prudente disimula la afrenta.
El orgullo sólo ocasiona disputas; con los humildes está la sabidur a.
El sabio es cauto y evita el mal, el necio es arrogante y alardea.
En la boca lleva el necio su castigo; al sabio lo guardan sus labios.
Iniciar un pleito es soltar las aguas; mejor es retirarse que entablar el proceso.
El hombre iracundo sufrirá su castigo; si tú lo perdonas, se irrita aún más.
Los azotes son para los insolentes; los golpes, para la espalda de los necios.
Es honor para el hombre evitar las rencillas, pero el insensato se mete en ellas.
Arroja al insolente y cesará la disputa; terminarán la discordia y el ultraje.
Más vale morar en un rincón de la terraza que compartir la casa con mujer quisquillosa.
Pesada es la piedra y grave la arena, pero más aún la ira que provoca el necio.
Si el sabio discute con el necio, éste se enoja o r e sin descanso.