El a o catorce del rey Ezequ as, Senaquerib, rey de Asiria, subió contra todas las ciudades fortificadas de Judá y se apoderó de ellas.
Miqueas 1:8 - Biblia Castilian 2003 Por esto me lamentaré y gemiré, andaré descalzo y desnudo; daré aullidos como de chacal, gemidos como de avestruz. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Por esto lamentaré y aullaré, y andaré despojado y desnudo; haré aullido como de chacales, y lamento como de avestruces. Biblia Nueva Traducción Viviente Por lo tanto, lloraré y me lamentaré; andaré descalzo y desnudo. Aullaré como un chacal y gemiré como un búho. Biblia Católica (Latinoamericana) Por todo esto lloraré y gemiré, caminaré desnudo y sin zapatos, lloraré como aúllan los chacales y gemiré como lo hacen los avestruces, La Biblia Textual 3a Edicion Por esto me lamentaré y gemiré, y andaré descalzo y desnudo, Daré gritos lastimeros como los chacales y quejidos como el avestruz, Biblia Serafín de Ausejo 1975 Por esto me lamentaré y gemiré, andaré descalzo y desnudo; daré aullidos como de chacal, gemidos como de avestruz. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Por tanto lamentaré y aullaré, y andaré despojado y desnudo; haré gemido como de dragones y lamento como de búhos. |
El a o catorce del rey Ezequ as, Senaquerib, rey de Asiria, subió contra todas las ciudades fortificadas de Judá y se apoderó de ellas.
Sestearán en ella las marmotas, llenarán sus casas los búhos, morarán all los avestruces y all triscarán los chivos.
Aullarán las hienas en sus castillos, y en sus palacios de placer, los chacales. Su hora está a punto de llegar, sus d as no se retrasarán.
Por eso lloraré, con el llanto de Yazer, por la vi a de Sibmá; te regaré con mis lágrimas, ¡oh Jesbón! ¡Oh Elalé! Pues sobre tu vendimia y tu cosecha se extinguieron los alegres clamores.
Por eso se han llenado de convulsión mis entra as; me han acometido dolores, como dolores de parturienta. Estoy tan agobiado que no oigo, estoy tan aterrado que no veo.
Por eso digo: 'No me miréis, lloraré amargamente; no porfiéis en consolarme por la ruina de la hija de mi pueblo'.
Estremeceos las descuidadas, temblad las confiadas, despojaos, desnudaos; ce os las caderas;
¡Mis entra as! ¡Mis entra as! ¡Me retuerzo de dolor! ¡Entretelas de mi corazón! Mi corazón me palpita, no puedo callarme, pues sonido de trompeta oye mi alma, alarma de guerra.
¡Quién me diera en el desierto un albergue de caminantes! Abandonar a a mi pueblo, me marchar a de su lado, pues todos son adúlteros, una banda de traidores.
Haré de Jerusalén una escombrera, una guarida de chacales; de las ciudades de Judá haré un desierto sin habitantes.
Escuchad, pues, mujeres, la palabra de Yahveh, y reciba vuestro o do la palabra de su boca; ense ad a vuestras hijas el lamento y unas a otras la eleg a:
'Hijo de hombre, laméntate por la multitud de Egipto y hazla bajar, a ella y a las hijas de las naciones poderosas, al pa s de los abismos, con los que bajan a la fosa.
En aquel d a se hará a costa vuestra un proverbio y se entonará un lamento, un lamento que dice: '¡Estamos totalmente arruinados! ¡La porción de mi pueblo ha sido entregada! ¡Cómo arrebatan lo que es m o! ¡Entre los enemigos distribuyen nuestros campos!''.
Se quitó sus vestidos y fue presa del mismo entusiasmo en presencia de Samuel. Luego quedó tendido en tierra, desnudo, durante todo el d a y toda la noche. Por eso se suele decir: '¿También Saúl entre los profetas?'.