Yo soy al presente todav a débil, a pesar de haber sido ungido rey, y estos hombres, los hijos de Servia, son más duros que yo. ¡Pague Yahveh al malhechor conforme a su malicia!'.
Mateo 8:2 - Biblia Castilian 2003 En esto, se le acercó un leproso y se postró delante de él, diciéndole: 'Se or, si quieres, puedes dejarme limpio'. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Biblia Nueva Traducción Viviente De repente, un hombre con lepra se le acercó y se arrodilló delante de él. —Señor —dijo el hombre—, si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio. Biblia Católica (Latinoamericana) Un leproso se acercó, se arrodilló delante de él y le dijo: 'Señor, si tú quieres, puedes limpiarme. La Biblia Textual 3a Edicion Y he aquí un leproso, se acercó, y se postraba ante Él diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Biblia Serafín de Ausejo 1975 En esto, se le acercó un leproso y se postró delante de él, diciéndole: 'Señor, si quieres, puedes dejarme limpio'. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y he aquí, vino un leproso y le adoraba, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. |
Yo soy al presente todav a débil, a pesar de haber sido ungido rey, y estos hombres, los hijos de Servia, son más duros que yo. ¡Pague Yahveh al malhechor conforme a su malicia!'.
Yahveh hirió al rey, que quedó leproso hasta el d a de su muerte y residió en una casa aislada. Mientras, Jotán, hijo del rey, estaba al frente del palacio y administraba justicia a la gente del pa s.
Naamán, jefe del ejército del rey de Aram, era un hombre importante que gozaba de gran favor ante su se or, porque por su medio hab a otorgado Yahveh la victoria a Aram. Pero este hombre, de probada valent a, estaba leproso.
Pero la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre'. Y salió de su presencia leproso, blanquezino como la nieve.
Apenas se hubo retirado la nube de encima de la tienda, Mar a apareció cubierta de lepra, blanca como la nieve. Aarón miró a Mar a y vio que estaba leprosa.
Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios, gratis lo recibisteis, dadlo gratis.
Los que estaban en la barca se postraron ante él, exclamando: '¡Realmente, eres Hijo de Dios!'.
Sin embargo, ella se acercó y se postró ante él, diciéndole: '¡Se or, socórreme!'.
El siervo se echó entonces a sus pies y, postrado ante él, le suplicaba: '¡Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo!'.
Entrando en la casa, vieron al ni o con Mar a, su madre y, postrados en tierra, lo adoraron. Abrieron luego sus cofres y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró ante él para pedirle algo.
Y de pronto, Jesús les salió al encuentro y las saludó: '¡Salve!'. Ellas se acercaron, se abrazaron a sus pies y lo adoraron.
Se le acercaron y lo despertaron, diciendo: '¡Se or, sálvanos, que nos hundimos!'.
Mientras les estaba diciendo estas cosas, se le acercó un dignatario, se postró ante él y le dijo. 'Mi hija acaba de morir; pero ven, pon tu mano sobre ella y vivirá'.
Y muchos leprosos hab a en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio'.
'De ninguna manera, Se or - respondió Pedro -, nunca he comido yo nada profano o impuro'.
A la llegada de Pedro, Cornelio salió a su encuentro y se postró a sus pies.
se descubrirán los sentimientos ocultos de su corazón y entonces, postrándose, adorará a Dios, exclamando: 'Verdaderamente está Dios entre vosotros'.
Yo ca a sus pies para adorarlo. Pero me dijo: 'No hagas eso. Consiervo tuyo soy y de tus hermanos, que tienen el testimonio de Jesús. A Dios has de adorar'. Pues el testimonio de Jesús es el esp ritu de profec a.