Al ver el rey de Moab que la lucha era demasiado recia para sus fuerzas, tomó consigo setecientos hombres con las espadas desenvainadas, para irrumpir contra el rey de Edom. Pero no lo consiguieron.
Jueces 8:10 - Biblia Castilian 2003 Zébaj y Salmuná se hallaban en Carcor con su ejército, unos quince mil hombres, cuantos supervivientes quedaban de todo el ejército de los hijos de oriente, pues hab an ca do ciento veinte mil hombres capaces de empu ar la espada. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Y Zeba y Zalmuna estaban en Carcor, y con ellos su ejército como de quince mil hombres, todos los que habían quedado de todo el ejército de los hijos del oriente; pues habían caído ciento veinte mil hombres que sacaban espada. Biblia Nueva Traducción Viviente Para entonces, Zeba y Zalmuna se encontraban en Carcor con unos quince mil guerreros, que era todo lo que quedaba de los ejércitos aliados del oriente, porque ya habían matado a ciento veinte mil. Biblia Católica (Latinoamericana) Zebaj y Salmuna estaban en Carcor con un ejército de alrededor de quince mil hombres (eran los sobrevivientes del gran ejército de los hijos de Oriente, pues ya habían caído ciento veinte mil). La Biblia Textual 3a Edicion Y Zeba y Zalmuna estaban en Carcor, y su ejército con ellos, como de quince mil hombres, todos los que habían quedado de todo el campamento de los orientales, pues habían caído ciento veinte mil hombres armados de espada. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Zébaj y Salmuná se hallaban en Carcor con su ejército, unos quince mil hombres, cuantos supervivientes quedaban de todo el ejército de los hijos de oriente, pues habían caído ciento veinte mil hombres capaces de empuñar la espada. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y Zeba y Zalmuna estaban en Carcor, y con ellos su ejército de como quince mil hombres, todos los que habían quedado de todo el campamento de los orientales; y los muertos habían sido ciento veinte mil hombres que sacaban espada. |
Al ver el rey de Moab que la lucha era demasiado recia para sus fuerzas, tomó consigo setecientos hombres con las espadas desenvainadas, para irrumpir contra el rey de Edom. Pero no lo consiguieron.
As, Ab as y su gente les inflingieron una gran derrota, de suerte que cayeron muertos de Israel quinientos mil hombres escogidos.
Pues Pécaj, hijo de Remal as, mató en Judá, en un solo d a, a ciento veinte mil hombres, todos ellos guerreros valientes, porque hab an abandonado a Yahveh, Dios de sus padres.
Los israelitas se llevaron cautivos, de entre sus hermanos, a doscientos mil: mujeres, hijos e hijas. Además, les tomaron un abundante bot n, que se llevaron a Samar a.
Salió el ángel de Yahveh y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil hombres. Cuando se levantaron por la ma ana, vieron que no hab a más que cadáveres.
Porque toda bota que pisa con estrépito y el manto empapado de sangre serán combustible, pasto del fuego.
H zose aquel d a el censo de los benjaminitas venidos de las ciudades: veintiseis mil hombres capaces de manejar la espada, sin contar los habitantes de Guibeá.
El número de los israelitas, sin contar a los de Benjam n, sub a a cuatrocientos mil hombres capaces de manejar la espada: todos ellos eran aguerridos.
Los pr ncipes de todo el pueblo y todas las tribus de Israel se presentaron a la asamblea del pueblo de Dios: cuatrocientos mil hombres de a pie armados de espada.
Pero Benjam n les salió al encuentro desde Guibeá también el segundo d a, y dejaron muertos en tierra a dieciocho mil hombres de los israelitas, todos ellos armados de espada.
Yahveh hizo que Benjam n sucumbiera ante Israel. Aquel d a, los israelitas mataron a veinticinco mil cien benjaminitas, todos ellos hombres de armas.
El número de ca dos de Benjam n en aquel d a llegó a veinticinco mil hombres de los que manejaban la espada, todos ellos aguerridos.
Porque ellos sub an con sus ganados y sus tiendas; llegaban tan numerosos como langostas, pues ellos y sus camellos eran innumerables. Ven an al pa s para devastarlo.
Los madianitas, los amalecitas y todos los hijos de oriente hab an ca do sobre el valle, numerosos como langostas, y sus camellos eran innumerables, como las arenas de las orillas del mar.
Al llegar Gedeón, un hombre contaba a su compa ero un sue o, diciéndole: 'He tenido un sue o: una hogaza de pan de cebada rodaba por el campamento de Madián; llegó hasta la tienda, chocó con ella y la derribó, la volvió de arriba abajo y la tienda se desplomó'.
Mientras los trescientos hombres tocaban las trompetas, Yahveh hac a que, en el campamento, unos volvieran las espadas contra otros; y todos los del campamento huyeron hasta Bet Hasitá, hacia Sarerá, hasta la ribera de Abel Mejolá, frente a Tabat.
Subió Gedeón por el camino de los nómadas, al este de Nóbaj y de Yogboá, y derrotó al ejército, que se cre a seguro.