Entonces el sacerdote Jilqu as, Ajicán, Acbor, Safán y Asa as fueron a ver a la profetisa Juldá, esposa de Salún, hijo de Ticvá, hijo de Jarjás, encargado del vestuario. Resid a en el barrio nuevo de Jerusalén. Hablaron con ella
Jueces 4:4 - Biblia Castilian 2003 Por aquel tiempo era juez en Israel la profetisa Débora, mujer de Lapidot. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetisa, mujer de Lapidot; Biblia Nueva Traducción Viviente Débora, la esposa de Lapidot, era una profetisa que en ese tiempo juzgaba a Israel. Biblia Católica (Latinoamericana) En aquel tiempo, la profetisa Débora, mujer de Lapidot, juzgaba a Israel. La Biblia Textual 3a Edicion En aquel tiempo juzgaba en Israel Débora, una profetisa, mujer de Lapidot.° Biblia Serafín de Ausejo 1975 Por aquel tiempo era juez en Israel la profetisa Débora, mujer de Lapidot. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetisa, esposa de Lapidot; |
Entonces el sacerdote Jilqu as, Ajicán, Acbor, Safán y Asa as fueron a ver a la profetisa Juldá, esposa de Salún, hijo de Ticvá, hijo de Jarjás, encargado del vestuario. Resid a en el barrio nuevo de Jerusalén. Hablaron con ella
¡Acuérdate, Dios m o, de Tob as y de Sanbalat por lo que han hecho, y también de la profetisa Noad a y de los demás profetas que trataron de asustarme!
Mar a, la profetisa, hermana de Aarón, tomó en sus manos un pandero, y todas las mujeres salieron tras ella con panderos para danzas.
'Y tú, hijo de hombre, dir gete a las hijas de tu pueblo que profetizan por su propia cuenta y profetiza contra ellas.
Yo te saqué de la tierra de Egipto, te rescaté de la casa de esclavitud y envié delante de ti a Moisés, a Aarón y a Mar a.
También estaba all una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Ten a ya una edad muy avanzada. Casada cuando era jovencita, hab a vivido con su marido siete a os
Toda mujer que ora o habla en nombre de Dios con la cabeza descubierta deshonra su cabeza: viene a ser como si estuviera rapada.
Ya no hay jud o ni griego; ya no hay esclavo ni libre; ya no hay varón ni mujer, pues todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
Los israelitas clamaron a Yahveh, pues Yab n ten a novecientos carros de hierro y hab a ejercido una dura opresión sobre los israelitas durante veinte a os.
Se sentaba bajo la Palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la monta a de Efra n; y los israelitas acud an a ella para resolver sus litigios.
Aquel d a, Débora y Barac, hijo de Abinoán, entonaron un cántico diciendo: