Vinieron todos sus hijos y todas sus hijas a consolarlo; pero él estaba inconsolable y dec a: 'En duelo bajaré al seol, al lado de mi hijo'. Y su padre le lloraba.
Juan 11:19 - Biblia Castilian 2003 Hab an venido muchos jud os a casa de Marta y Mar a, para consolarlas por lo de su hermano. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano. Biblia Nueva Traducción Viviente y mucha gente se había acercado para consolar a Marta y a María por la pérdida de su hermano. Biblia Católica (Latinoamericana) y muchos judíos habían ido a la casa de Marta y de María para consolarlas por la muerte de su hermano. La Biblia Textual 3a Edicion y muchos de los judíos habían acudido a Marta y Miriam para consolarlas° respecto al hermano. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Habían venido muchos judíos a casa de Marta y María, para consolarlas por lo de su hermano. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano. |
Vinieron todos sus hijos y todas sus hijas a consolarlo; pero él estaba inconsolable y dec a: 'En duelo bajaré al seol, al lado de mi hijo'. Y su padre le lloraba.
D jose entonces David: 'Voy a mostrar benevolencia a Janún, hijo de Najás, como su padre me la mostró a m '. Envió, pues, David a sus servidores, para darle el pésame por la muerte de su padre. Pero al llegar los servidores de David al pa s de los amonitas,
se levantaron todos los hombres valientes, tomaron el cadáver de Saúl y los cadáveres de sus hijos y se los llevaron a Yabés. Sepultaron sus huesos bajo el terebinto de Yabés y ayunaron durante siete d as.
Tres amigos de Job, enterados de la desgracia que le hab a sobrevenido, salieron cada uno de su lugar: Elifaz de Temán, Bildad de Suáj y Sofar de Naamat. Acordaron ir a presentarle sus condolencias y consolarle.
Acudieron entonces a él todos sus hermanos y hermanas y todos sus antiguos conocidos. Comieron con él en su casa, le expresaron su condolencia y lo consolaron por todas las desventuras que Yahveh le hab a infligido. Cada uno le regaló una moneda de plata y un anillo de oro.
Más vale ir a casa de duelo que ir a casa de banquete; porque aquél es el fin de todo hombre, y el que vive lo tendrá presente.
Estas dos cosas te ocurrieron: -¿quién te lamenta? - devastación y destrucción, hambre y espada -¿quién te consuela? -.
Por eso estoy llorando Ain y mis ojos se deshacen en lágrimas, porque se alejó de m el consolador, el que puede devolverme la vida. Mis hijos están desolados, porque prevalece el enemigo.
Pasa las noches llorando, Bet las lágrimas surcan sus mejillas. No hay quien la consuele entre todos los que la amaban. Todos sus amigos la han traicionado, se le han vuelto enemigos.
Oye cómo gimo: Sin no tengo quien me consuele. Todos mis enemigos supieron mi desgracia, se alegraron por lo que tú hiciste. ¡Haz venir el d a que anunciaste, y entonces serán como yo!
Su impureza impregna sus vestidos. Tet No se acordó de su fin; ha ca do de forma inesperada, sin tener quien la consuele. Mira, Yahveh, mi aflicción, y cómo se crece mi enemigo.
¿A quién puedo ponerte como ejemplo? Mem ¿A qué te compararé, hija de Jerusalén? ¿A qué te igualaré, para consolarte, virgen, hija de Sión? ¡Grande como el mar es tu quebranto! ¿Quién podrá curarte?
Ten a ella una hermana, llamada Mar a, la cual, sentada a los pies del Se or, escuchaba su palabra.
sin embargo, pocas son necesarias, o mejor, una sola. Mar a ha escogido la mejor parte, que no se le ha de quitar'.
Y éste es el testimonio de Juan, cuando los jud os le enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas para preguntarle: '¿Quién eres tú?'.
Hab a un enfermo, llamado Lázaro, de Betania, la aldea de Mar a y de su hermana Marta.
Cuando los jud os que estaban en la casa con Mar a dándole el pésame vieron que se levantaba tan precipitadamente y sal a fuera la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar all.
Jesús, al ver que ella lloraba y que también lloraban los jud os que hab an venido con ella, se estremeció profundamente y se conmovió.
Cuando vieron lo que hab a hecho, muchos de los jud os llegados a casa de Mar a creyeron en él.
D cenle los disc pulos: ' Rabb, hace poco que los jud os quer an apedrearte, ¿y otra vez quieres ir all ?'.
Él nos consuela en toda tribulación, hasta el punto de que, mediante esa consolación con la que a nosotros mismos nos consuela Dios, podamos consolar a los que están en toda clase de tribulación.
Por lo tanto, animaos mutuamente y edificaos el uno al otro, como ya lo estáis haciendo.
Recogieron luego sus huesos y los sepultaron bajo el tamarisco de Yabés; y ayunaron durante siete d as.