Cuando pasaba el rey, le gritó: 'Tu siervo se dirig a al centro del combate, cuando un hombre que hab a abandonado las filas tra a hacia m a otro hombre y me dec a: 'Ten cuidado de este hombre: si llegara a faltar, tu vida responderá por la suya, o pagarás un talento de plata'.
Y el profeta dijo al rey: 'Esto dice Yahveh: 'Por haber dejado tú escapar de tus manos al que yo hab a entregado a mi anatema, tu vida responderá por la suya y tu pueblo por su pueblo''.
Se irritó contra él el varón de Dios y le dijo: 'Si la hubieras herido cinco o seis veces, derrotar as a Aram hasta exterminarlo'. Pero ahora lo batirás sólo tres veces.
pero vosotros no os paréis: seguid persiguiendo a vuestros enemigos, atacadles por la espalda, no los dejéis entrar en sus ciudades, pues Yahveh, vuestro Dios, los va a entregar en vuestras manos'.
Maldecid a Meroz, dice el ángel de Yahveh, maldecid y maldecid a sus habitantes, porque no vinieron en ayuda de Yahveh, en ayuda de Yahveh, con los héroes.
Ahora, pues, vete a derrotar a Amalec y condénalo al anatema con cuanto le pertenezca, sin sentir compasión de él. Darás muerte a todos, hombres y mujeres, adolescentes y ni os de pecho, bueyes y ovejas, camellos y asnos'.
Pero Saúl y el ejército dejaron con vida a Agag y lo más selecto del ganado mayor y menor, a los animales cebados, a los corderos y todo lo que ten a valor. No quisieron consagrarlo al anatema. Sólo dedicaron al anatema lo vil y despreciable.