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Jeremías 23:11 - Biblia Castilian 2003

Profetas y sacerdote son imp os, en mi propia casa encontré su maldad - oráculo de Yahveh -.

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Montre Interlinear Bible

Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

Porque tanto el profeta como el sacerdote son impíos; aun en mi casa hallé su maldad, dice Jehová.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

«Aun los sacerdotes y los profetas son hombres malvados que no tienen a Dios. He visto sus hechos despreciables aquí mismo en mi propio templo —dice el Señor—.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Hasta el profeta y el sacerdote se han vuelto impíos, y en mi propia Casa me he topado con su maldad, dice Yavé.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Profetas y sacerdotes, ambos son impíos. En mi propia Casa encuentro sus maldades, dice YHVH.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Profetas y sacerdote son impíos, en mi propia casa encontré su maldad -oráculo de Yahveh-.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Porque tanto el profeta como el sacerdote son profanos; aun en mi casa hallé su maldad, dice Jehová.

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Lòt tradiksyon



Jeremías 23:11
24 Referans Kwoze  

Erigió asimismo altares a todo el ejército del cielo en los dos atrios del templo de Yahveh.


Además, colocó la imagen del dolo que hab a fabricado en el templo de Dios, del que Dios hab a dicho a David y a su hijo Salomón: 'En este templo, y en Jerusalén, la que yo escog de entre todas las tribus de Israel, estableceré mi nombre para siempre.


Igualmente todos los jefes, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus prevaricaciones, siguiendo todas las abominaciones de los pueblos, y contaminaron el templo de Yahveh, que él se hab a consagrado en Jerusalén.


Entre los hijos de los sacerdotes que hab an tomado por esposas a mujeres extranjeras se encontraban los siguientes. Entre los hijos de Josué, hijo de Josadac, y entre sus hermanos: Maas as, Eliezer, Yarib y Godol as.


¿Qué busca mi amada en mi casa? Su modo de obrar es pura doblez. ¿Votos y carne consagrada apartarán de ti la desgracia, de modo que puedas regocijarte por ello?


Por eso, as dice Yahveh Sebaot sobre los profetas: 'Mirad: voy a darles de comer ajenjo, y voy a darles de beber agua envenenada, porque de los profetas de Jerusalén ha salido la corrupción para todo el pa s'.


Pusieron sus abominaciones en el templo sobre el cual se invoca mi nombre, profanándolo,


los profetas profetizan con mentira, los sacerdotes gobiernan por su cuenta, y mi pueblo as lo quiere. Pero ¿qué haréis cuando llegue el fin?


Ovejas perdidas, eso era mi pueblo. Sus pastores las hab an descarriado haciéndolas vagar por las monta as. Del monte al collado caminaban olvidando su majada.


Porque desde el menor hasta el mayor, todos ellos andan buscando su provecho; y desde el profeta al sacerdote, todos ellos obran con enga o.


Porque los hijos de Judá han hecho lo que es malo a mis ojos - oráculo de Yahveh -, y han puesto sus dolos en el templo sobre el cual se invoca mi nombre, profanándolo.


Por eso daré sus mujeres a otros, sus campos a conquistadores, porque desde el menor al mayor, todos ellos andan buscando su provecho; y desde el profeta al sacerdote, todos ellos obran con enga o.


Mira, Yahveh, y considera: Res ¿a quién has tratado as ? ¿Tendrán que comer las mujeres el fruto de su vientre, los ni os que llevan todav a en sus brazos? ¿Matarán en el santuario del Se or a los sacerdotes y a los profetas?


porque, después de haber inmolado a sus hijos en honor de los dolos, aquel mismo d a vinieron a mi santuario para profanarlo. Esto es lo que han hecho dentro de mi casa.'


'Pero también los levitas que se alejaron de m cuando Israel se descarriaba y me abandonaron para ir tras sus dolos llevarán su castigo:


De sus bellas alhajas hicieron alarde y fabricaron con ellas sus imágenes, sus dolos abominables; por eso se las convertiré en estiércol.


Y setenta de los ancianos de la casa de Israel, entre los cuales se encontraba Yazan as, hijo de Safán, estaban de pie ante ellos, cada uno con su incensario en la mano, mientras ascend a el perfume de una nube de incienso.


Me llevó entonces al atrio interior del templo de Yahveh. Y vi que all, a la entrada del santuario de Yahveh, entre el vest bulo y el altar, hab a unos veinticinco hombres, de espaldas al santuario de Yahveh y de cara al oriente, adorando al Sol en dirección al oriente.


Los pr ncipes que la habitan son leones rugientes; sus jueces son lobos de la noche que nada dejan por roer para ma ana.


Sus profetas son vanidosos, impostores; sus sacerdotes profanan lo santo, quebrantan la ley.