Jacob se quedó solo. Después, un hombre estuvo luchando con él hasta rayar el alba;
Génesis 32:26 - Biblia Castilian 2003 pero viendo que no pod a dominarle, le tocó en la articulación del muslo. Entonces la articulación del muslo de Jacob se dislocó mientras luchaba contra él. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. Biblia Nueva Traducción Viviente Luego el hombre le dijo: —¡Déjame ir, pues ya amanece! —No te dejaré ir a menos que me bendigas —le dijo Jacob. Biblia Católica (Latinoamericana) Este, viendo que no lo podía vencer, tocó a Jacob en la ingle, y se dislocó la cadera de Jacob mientras luchaba con él. La Biblia Textual 3a Edicion Entonces dijo:° Déjame, que raya el alba. Y él dijo: No te dejaré, si no me bendices. Biblia Serafín de Ausejo 1975 pero viendo que no podía dominarle, le tocó en la articulación del muslo. Entonces la articulación del muslo de Jacob se dislocó mientras luchaba contra él. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y dijo: Déjame, que raya el alba. Y él dijo: No te dejaré, si no me bendices. |
Jacob se quedó solo. Después, un hombre estuvo luchando con él hasta rayar el alba;
El otro le dijo: 'Deja que me vaya, pues ya despunta el alba'. Pero Jacob le contestó: 'No te dejaré ir si no me bendices'.
Yabés invocó al Dios de Israel, diciendo: 'Si realmente me bendices y ensanchas mi territorio, si tu mano está conmigo, alejarás el mal y no sentiré aflicción'. Y Dios le otorgó lo que ped a.
Ahora, déjame que se encienda mi ira contra ellos y los extermine; pero yo haré de ti una gran nación'.
Apenas los pasé, topé con el amado de mi alma. Le as y ya no le dejaré, hasta meterlo en la casa de mi madre, en la alcoba de la que a m me concibió.
Tu cuello, como torre de marfil; tus ojos, las albercas de Jesbón, a las puertas del Bat Rab n. Tu nariz es semejante a la torre del L bano que mira hacia Damasco.
As dice Yahveh, el Santo de Israel y su modelador: '¿Me pediréis cuentas acerca de mis hijos, y sobre la obra de mis manos me daréis órdenes?
Pero ahora, Yahveh, tú eres nuestro padre. Nosotros somos la arcilla y tú el alfarero, obra de tus manos todos nosotros.
En el seno materno suplantó a su hermano, y en su edad viril peleó con Dios.
En todas estas cosas salimos plenamente vencedores por medio de aquel que nos amó.
De manera que, amados hermanos m os, manteneos firmes, inconmovibles, progresando constantemente en la obra del Se or y sabiendo que vuestro trabajo en el Se or no cae en el vac o.
Déjame que los destruya y que borre su nombre de debajo del cielo, y haré de ti una nación más fuerte y numerosa que él'.
Cristo, en los d as de su vida mortal, presentó, a gritos y con lágrimas, oraciones y súplicas al que pod a salvarlo de la muerte, y fue escuchado en atención a su piedad reverencial.