El d a séptimo, alegre el corazón del rey por el vino, mandó a Mehumán, a Bizetá, a Jarboná, a Bigtá, a Abagtá, a Zetar y a Carcás, los siete eunucos que estaban al servicio del rey Asuero,
Ester 4:5 - Biblia Castilian 2003 Llamó Ester a Hatac, uno de los eunucos que el rey hab a puesto a su servicio, y le dio la orden de ir adonde estaba Mardoqueo, para averiguar qué era aquello y a qué era debido. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Entonces Ester llamó a Hatac, uno de los eunucos del rey, que él había puesto al servicio de ella, y lo mandó a Mardoqueo, con orden de saber qué sucedía, y por qué estaba así. Biblia Nueva Traducción Viviente Luego Ester llamó a Hatac, uno de los eunucos del rey que había sido designado como su asistente. Le ordenó que fuera a ver a Mardoqueo y averiguara qué era lo que le preocupaba y por qué estaba de luto. Biblia Católica (Latinoamericana) Llamó entonces a Hatac, uno de los eunucos que había puesto el rey a su servicio, y lo mandó donde Mardoqueo para que la informara de lo que pasaba y por qué actuaba así. La Biblia Textual 3a Edicion Entonces Ester llamó a Hatac, uno de los eunucos que el rey había puesto al servicio de ella, y lo envió a Mardoqueo para averiguar qué era aquel asunto y a qué se debía. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Llamó Ester a Hatac, uno de los eunucos que el rey había puesto a su servicio, y le dio la orden de ir adonde estaba Mardoqueo, para averiguar qué era aquello y a qué era debido. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Entonces Esther llamó a Atac, uno de los eunucos del rey, a quien él había asignado para atenderla, y lo mandó a Mardoqueo, para saber qué era aquello y por qué. |
El d a séptimo, alegre el corazón del rey por el vino, mandó a Mehumán, a Bizetá, a Jarboná, a Bigtá, a Abagtá, a Zetar y a Carcás, los siete eunucos que estaban al servicio del rey Asuero,
Pero, en contra de la orden del rey transmitida por medio de los eunucos, la reina Vast se negó a acudir. El rey se enojó mucho y la ira se encendió en él.
Las doncellas de Ester y sus eunucos entraron a comunicárselo; y la reina sintió inmensa angustia. Mandó vestidos para que se los pusiera Mardoqueo y se quitara el sayal, pero él no los aceptó.
Salió Hatac hacia donde estaba Mardoqueo, a la plaza de la ciudad que hab a delante de la puerta del rey.
Y as, si un miembro sufre, todos los demás padecen con él; y si un miembro es honrado, todos los demás participan de su honor.
Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compartir el peso de nuestras debilidades, sino al contrario: tentado en todo, como semejante a nosotros, pero sin pecado.