Todos los hombres de Judá y de Benjam n se reunieron en Jerusalén en el plazo de los tres d as. Era el d a veinte del mes noveno. Todo el pueblo se congregó en la plaza del templo de Dios, y estaba temblando tanto por el asunto en s como a causa de la intensa lluvia.
Se hab a puesto en camino desde Babilonia el d a primero del mes primero, y entró en Jerusalén el d a primero del mes quinto. La mano bondadosa de su Dios estaba con él,
Esclavos fuimos. Pero nuestro Dios no nos abandonó en nuestra esclavitud, sino que inclinó hacia nosotros la benevolencia de los reyes de Persia y nos reanimó para levantar el templo de nuestro Dios, reparar sus ruinas y construirnos una muralla de defensa en Judá y en Jerusalén.
Advierte, pues, y entiende: desde que se dio la orden de reconstruir Jerusalén hasta el pr ncipe ungido habrá siete semanas, y en sesenta y dos semanas; plazas y fosos serán reconstruidos, aunque serán tiempos de angustia.