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Esdras 2:1 - Biblia Castilian 2003

Éstos fueron los pertenecientes a la provincia que volvieron del cautiverio - los que hab an sido deportados a Babilonia por Nabucodonosor, rey de Babilonia - y regresaron a Jerusalén y a Judá, cada cual a su ciudad.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

Estos son los hijos de la provincia que subieron del cautiverio, de aquellos que Nabucodonosor rey de Babilonia había llevado cautivos a Babilonia, y que volvieron a Jerusalén y a Judá, cada uno a su ciudad;

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Esta es la lista de los desterrados judíos de las provincias que regresaron de su cautiverio. El rey Nabucodonosor los había desterrado a Babilonia, pero ahora regresaron a Jerusalén y a las otras ciudades de Judá donde vivían originalmente.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Estas son las personas de la provincia de Judá que regresaron del cautiverio; había sido deportados a Babilonia por Nabucodonosor, rey de Babilonia. Regresaron a Jerusalén y a Judá cada cual a su ciudad.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Y estos son los hijos de la provincia° que subieron de la cautividad, los deportados que Nabucodonosor rey de Babilonia había deportado a Babilonia, y que regresaron a Jerusalem y a Judá, cada uno a su ciudad.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Éstos fueron los pertenecientes a la provincia que volvieron del cautiverio -los que habían sido deportados a Babilonia por Nabucodonosor, rey de Babilonia- y regresaron a Jerusalén y a Judá, cada cual a su ciudad.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Y estos son los hijos de la provincia que subieron de la cautividad, de los desterrados que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había llevado cautivos a Babilonia, y que volvieron a Jerusalén y a Judá, cada uno a su ciudad;

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Lòt tradiksyon



Esdras 2:1
27 Referans Kwoze  

Nebuzardán, jefe de la guardia, deportó al resto de la gente que hab a quedado en la ciudad, a los desertores que se hab an pasado al rey de Babilonia y al resto de la población.


Todos los israelitas fueron registrados en las genealog as e inscritos en el libro de los reyes de Israel. Judá fue deportado a Babilonia por sus prevaricaciones.


Los primeros que volvieron a habitar en sus propiedades y sus ciudades fueron israelitas: sacerdotes, levitas y donados.


El total de los objetos de oro y de plata era de cinco mil cuatrocientos. Todo esto se lo llevó Sesbasar cuando los desterrados subieron con él de Babilonia a Jerusalén.


Regresaron con Zorobabel: Josué, Nehem as, Serayas, Reelayas, Mardoqueo, Bilsán, Mispar, Bigvay, Rejún y Baaná. Lista de los hombres del pueblo de Israel:


Los sacerdotes, los levitas y algunos del pueblo se establecieron en Jerusalén, los cantores, los porteros y los donados se establecieron en sus ciudades. Todos los israelitas estaban, pues, en sus ciudades respectivas.


Sepa el rey que hemos ido a la provincia de Judá, al templo del gran Dios, que se está reconstruyendo con piedras talladas y muros recubiertos de madera. La obra se ejecuta con gran diligencia y adelanta en sus manos.


Y en Ecbátana, fortaleza que está en la provincia de Media, se halló un rollo en el que estaba escrito este memorándum:


los que regresaban del cautiverio, los desterrados, ofrecieron como holocaustos al Dios de Israel doce novillos por todo Israel, noventa y seis carneros, setenta y siete corderos, además de doce machos cabr os como sacrificio por el pecado. Todo, en holocausto a Yahveh.


Éstos son los sacerdotes y los levitas que subieron con Zorobabel, hijo de Sealtiel, y con Josué: Serayas, Jerem as, Esdras,


(1a) El a o segundo del reinado de Artajerjes el Grande, el d a primero del mes de nisán, tuvo un sue o Mardoqueo hijo de Ya r, hijo de Seme, hijo de Quis, de la tribu de Benjam n. (1b) Mardoqueo era un jud o que viv a en la ciudad de Susa, personaje muy importante, que serv a en el palacio del rey. (1c) Era de los deportados que Nabucodonosor, rey de Babilonia, hab a llevado de Jerusalén con Jecon as, rey de Judea. (1d) Y éste fue su sue o. Hab a gritos y alboroto, truenos y terremotos, temblor en la tierra. (1e) Y en esto dos grandes dragones avanzaron, uno y otro dispuestos a luchar, y lanzaron un gran rugido. (1f) A su rugido, todas las naciones se aprestaron para la guerra, para combatir contra la nación de los justos. (1g) Fue un d a de tinieblas y de oscuridad, de tribulación y de angustia, de estrago y de gran perturbación sobre la tierra. (1h) Toda la nación de los justos se turbó por miedo a tantos males; se dispon an a morir y clamaron a Dios. (1i) A su clamor, nació como de una peque a fuente un gran r o, agua en abundancia. (1k) La luz y el sol se levantaron; los humildes fueron ensalzados y devoraron a los revestidos de gloria. (1l) Cuando despertó Mardoqueo, ten a profundamente grabado el sue o y se empe ó a toda costa, hasta llegada la noche, en desentra ar su sentido y lo que Dios se propon a hacer. (1m) Mardoqueo viv a en el palacio con Gabat y Tarra, los dos eunucos del rey que custodiaban el palacio. (1n) All tuvo noticia de sus planes, descubrió sus proyectos y averiguó que se preparaban para poner sus manos sobre el rey Artajerjes. Entonces los denunció al rey. (1o) El rey mandó interrogar a los dos eunucos, que después de haberlo confesado, fueron llevados al suplicio. (1p) Para memoria de ello, el rey mandó poner estos hechos por escrito, y también Mardoqueo escribió sobre estos sucesos. (1q) El rey dio orden de que Mardoqueo desempe ase un cargo en el palacio y le dio regalos por su actuación. (1r) Pero Amán, hijo de Hamdatá, del pa s de Agag[, que gozaba del favor del rey, buscó la manera de hacer da o a Mardoqueo y a su pueblo por el asunto de los dos eunucos del rey. Sucedió en tiempos de Asuero, aquel Asuero que reinó desde la India hasta Etiop a sobre ciento veintisiete provincias,


que trajeran a su presencia a la reina Vast, con la corona real, para mostrar a los pueblos y a los grandes su belleza, pues era realmente muy hermosa.


el a o tercero de su reinado, dio un fest n a todos sus grandes y servidores: a los jefes del ejército de Persia y de Media, a los gobernadores y a la nobleza de las provincias, que se reunieron en su presencia.


La bebida se daba por disposición del rey, pero a nadie se le obligaba, pues as lo hab a mandado el rey a todos los intendentes de su palacio, para que cada cual siguiera sus propios deseos.


Llamaron, pues, a los secretarios del rey en aquel momento, en el tercer mes, que es el mes de siván, el veintitrés del mismo, y siguiendo las instrucciones de Mardoqueo, escribieron a los jud os, a los sátrapas, a los gobernadores y a los grandes de las provincias, desde la India hasta Etiop a, o sea, a las ciento veintisiete provincias; a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua, y a los jud os según su escritura y según su lengua.


¡Salid de Babel! ¡Huid de Caldea! Con voz jubilosa anunciad, proclamad esto, hacedlo llegar al conf n de la tierra, decid: 'Redimió Yahveh a su siervo Jacob'.


A Israel lo volveré a su pastizal, para que paste en el Carmelo y en Basán y se harte en la monta a de Efra n y en Galaad.


Desterrada está Judá, en aflicción Gu mel y dura servidumbre; dispersa entre las naciones, no encuentra reposo. Le dieron alcance sus perseguidores, la cercaron de angustias.


Sus opresores prevalecen, He sus enemigos son felices; porque Yahveh la ha afligido por sus muchos pecados. Sus ni os marcharon cautivos delante del opresor.


Tu castigo está cumplido, hija de Sión; Tau Yahveh no volverá a desterrarte. Castigará tu iniquidad, hija de Edom, pondrá tus pecados al desnudo.


La costa será para el resto de la casa de Judá: all pacerán sus ganados. En las casas de Ascalón descansarán por la tarde, porque Yahveh, su Dios, los visitará y cambiará su suerte.


Le da la carta y después de preguntarle de qué provincia era y averiguar que era de Cilicia, le dijo: