Con todo, la orden del rey prevaleció sobre Joab y sobre los jefes del ejército. Salió, pues, Joab con los jefes de la presencia del rey para hacer el censo del pueblo de Israel.
Eclesiastés 8:4 - Biblia Castilian 2003 Porque la palabra del rey es decisiva, y nadie le dirá: '¿Qué estás haciendo?'. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y quién le dirá: Qué haces? Biblia Nueva Traducción Viviente Sus órdenes tienen el respaldo de su gran poder. Nadie puede oponerse ni cuestionarlas. Biblia Católica (Latinoamericana) El rey hablará, ¡y punto! Nadie le dirá: '¿Qué haces?' La Biblia Textual 3a Edicion Y la palabra del rey es soberana. ¿Quién le pedirá cuenta de lo que hace? Biblia Serafín de Ausejo 1975 Porque la palabra del rey es decisiva, y nadie le dirá: '¿Qué estás haciendo?'. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y quién le dirá: ¿Qué haces? |
Con todo, la orden del rey prevaleció sobre Joab y sobre los jefes del ejército. Salió, pues, Joab con los jefes de la presencia del rey para hacer el censo del pueblo de Israel.
que as como te juré a ti por Yahveh, Dios de Israel, diciendo: 'Tu hijo Salomón reinará después de m y se sentará sobre mi trono en mi lugar', as lo cumpliré hoy mismo!'.
Y el rey Salomón encargó de ello a Bena as, hijo de Joadá, que lo hirió y lo mató. Y as murió.
Luego el rey dio la orden a Bena as, hijo de Joadá, el cual salió y lo hirió de muerte. Y as murió. De este modo quedó el reino consolidado en manos de Salomón.
Tatenay, gobernador de la Transeufratina, Setar Boznay y sus colegas cumplieron puntualmente la orden dada por el rey Dar o.
El rey de Egipto mandó llamar a las parteras y les dijo: '¿Por qué hacéis eso de dejar con vida a los ni os?'.
Como rugido de león es la ira del rey: quien lo provoca arriesga su vida.
el gallo, cuando pasea entre las gallinas; el macho cabr o, cuando gu a al reba o; el rey, cuando va al frente de su pueblo.
¿Estáis ahora dispuestos, en el momento en que oigáis el sonido de la trompeta, de la flauta, de la c tara, de la sambuca, del salterio, de la cornamusa y de toda suerte de instrumentos de música, a postraros para adorar la estatua que hice? Porque, si no la adoráis, seréis arrojados al instante a un horno de fuego ardiente. ¿Y quién es el dios que podr a libraros de mis manos?'.
¡Pero, hombre! ¿Quién eres tú para replicar a Dios? ¿Acaso le dirá la vasija al alfarero: por qué me hiciste as ?,