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Eclesiastés 6:2 - Biblia Castilian 2003

A un individuo Dios le concede riqueza, fortuna y gloria: nada le falta de cuanto pudiera desear. Pero Dios no le permite disfrutar de todo ello, sino que lo disfruta un extra o. Esto es vanidad y triste desventura.

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Montre Interlinear Bible

Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

El del hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello, sino que lo disfrutan los extraños. Esto es vanidad, y mal doloroso.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Dios les da a algunos mucha riqueza, honor y todo lo que pudieran desear, pero luego no les da la oportunidad de disfrutar de esas cosas. Se mueren, y algún otro —incluso un extraño— termina disfrutando de toda esa abundancia. Eso no tiene sentido, es una tragedia terrible.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Alguien recibió de Dios fortuna, riqueza y honores: nada faltó de todo lo que pudo desear. Pero Dios no le concede disfrutar de ello, y es otro el que lo aprovecha. Esta es otra cosa muy mala y que no se puede justificar.

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La Biblia Textual 3a Edicion

El del hombre a quien Ha-’Elohim le ha dado riquezas, tesoros y honores, de modo que nada le falta de todo lo que su alma pueda desear, pero a quien Ha-’Elohim no le permite disfrutarlo, sino que lo disfrutan los extraños. Esto es vanidad y un mal doloroso.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

A un individuo Dios le concede riqueza, fortuna y gloria: nada le falta de cuanto pudiera desear. Pero Dios no le permite disfrutar de todo ello, sino que lo disfruta un extraño. Esto es vanidad y triste desventura.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Un hombre a quien Dios da riquezas, bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; mas Dios no le da facultad de comer de ello, sino que los extraños se lo comen. Esto es vanidad y penosa enfermedad.

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Lòt tradiksyon



Eclesiastés 6:2
24 Referans Kwoze  

Y te concedo, además, lo que no me has pedido: riquezas y gloria tales que no habrá ningún rey como tú mientras vivas.


Yahveh engrandeció sobremanera a Salomón a los ojos de todo Israel y le concedió una majestad real como jamás la hab a tenido ningún rey antes de él en Israel.


Murió en buena vejez, colmado de d as, riquezas y gloria. Le sucedió en el trono su hijo Salomón.


Y Dios respondió a Salomón: 'Puesto que éste es el deseo de tu corazón y no has pedido riquezas ni bienes ni gloria, ni la vida de tus enemigos, ni tampoco has pedido larga vida sino que has pedido para ti sabidur a y entendimiento para gobernar a mi pueblo del que te he hecho rey,


con tu mano, Se or, de los mortales: de los muertos del mundo, con su parte en la vida, cuyo vientre se llena en tus reservas: ah tanse los hijos, y dejan lo restante a sus peque os.


Mira: hiciste mis d as de unos palmos, mi existencia ante ti, como una nada: en total no es más que un soplo cuanto el hombre subsiste. Selah


De su grasa transpira la malicia, trasmitiendo su interna presunción.


He visto que todo esfuerzo y todo triunfo en el trabajo provoca la envidia del hombre contra su prójimo. También eso es vanidad y atrapar viento.


un hombre completamente solo, sin hijos ni hermanos, y que, sin embargo, no pone fin a su trabajo ni sus ojos se hartan de riquezas. Entonces, ¿para quién trabajo yo y me privo de bienestar? También eso es vanidad y mal negocio.


Pierde esas riquezas en un mal negocio y si le nace un hijo, nada tiene en sus manos para él.


Todos sus d as discurren en oscuridad y tristeza, entre grandes dolores, enfermedades y disgustos.


Además, si Dios concede a un hombre riqueza y fortuna, y le permite utilizarla, servirse de ella y gozar del fruto de su trabajo, eso s es don de Dios.


As, no tendrá que estar siempre pensando en los d as de su vida, porque Dios le llenará el corazón de alegr a.


¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta, y vuestra ganancia en lo que no sacia? Escuchadme bien y comeréis lo bueno, se deleitará vuestro paladar en manjares sustanciosos.


Nuestra heredad ha pasado a extranjeros, nuestras casas a extra os.


¡Oh rey!, el Dios Alt simo dio a Nabucodonosor, tu padre, el reino, la grandeza, la gloria y la majestad.


Extranjeros devoran su fuerza, y él no se da cuenta. Sus cabellos encanecen, y él no se da cuenta.


Un pueblo que no conoces comerá el fruto de tu suelo y todos tus productos. Serás siempre oprimido y maltratado.


El extranjero que esté en medio de ti se alzará por encima de ti cada vez más alto, y tú caerás cada vez mas bajo;


Cuando lleguéis, encontraréis un pueblo confiado; y la tierra es espaciosa en todas direcciones. Ciertamente que Dios ha de entregar en vuestras manos una región donde no falta nada de cuanto hay en la tierra'.