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2 Timoteo 1:6 - Biblia Castilian 2003

Por eso te insisto en que reavives ese don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos.

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Montre Interlinear Bible

Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Por esta razón, te recuerdo que avives el fuego del don espiritual que Dios te dio cuando te impuse mis manos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Por eso te invito a que reavives el don de Dios que recibiste por la imposición de mis manos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Por esta razón, te recuerdo que avives el fuego del don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Por eso te insisto en que reavives ese don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Por lo cual te aconsejo que avives el don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.

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Lòt tradiksyon



2 Timoteo 1:6
19 Referans Kwoze  

Todas las hilanderas hábiles y generosas hilaron pelo de cabra.


Moisés llamó a Besalel y a Oholiab y a todos los hombres capaces, en quienes hab a infundido Yahveh habilidad, a cuantos estaban dispuestos a dedicarse a esta obra y llevarla a término.


Av same, vayamos juntos a juicio, declara tú mismo para justificarte.


Llamó a diez criados suyos, les dio diez minas y les dijo: 'Negociad hasta que yo vuelva'.


Pablo les impuso las manos y entonces vino sobre ellos el Esp ritu Santo, hablaban en lenguas y profetizaban.


Se los presentaron a los apóstoles y éstos, después de haber orado, les impusieron las manos.


No dejes de cuidar el don que hay en ti y que, mediante intervención profética, se te confirió con la imposición de las manos del presbiterio.


Si expones estas cosas a los hermanos serás un buen servidor de Cristo Jesús, alimentado con los principios de la fe y con la buena ense anza que fielmente has seguido.


No dejes de recordarles esto, y conjúrales ante Dios que no se metan en discusiones de palabras, que para nada sirven, sino para echar a perder a los oyentes.


Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, increpa, exhorta, con toda comprensión y sin cejar en la ense anza.


ense anzas sobre abluciones, imposición de manos, resurrección de muertos y juicio final.


Por esto os traeré siempre a la memoria estas cosas, aunque ya las sabéis y estáis afianzados en la verdad que al presente poseéis.


Ésta es ya, queridos hermanos, la segunda carta que os escribo. Y en ambas procuro excitar en vosotros, con el recuerdo, una sincera inteligencia.


Quiero recordaros a vosotros, los que todo lo habéis conocido de una vez para siempre, que el Se or, después de salvar de Egipto al pueblo, hizo perecer luego a los que no creyeron.