Ella dijo entonces a El as: '¿Qué tengo yo que ver contigo, hombre de Dios? ¿Has venido a mi para recordar mis culpas y hacer morir a mi hijo?'.
2 Reyes 1:9 - Biblia Castilian 2003 Y mandó un jefe de cincuenta con sus cincuenta hombres, que salió en busca de él. Lo hallaron sentado en la cima del monte. El jefe le dijo: 'Hombre de Dios, el rey ordena que bajes'. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Luego envió a él un capitán de cincuenta con sus cincuenta, el cual subió a donde él estaba; y he aquí que él estaba sentado en la cumbre del monte. Y el capitán le dijo: Varón de Dios, el rey ha dicho que desciendas. Biblia Nueva Traducción Viviente Entonces envió a un capitán del ejército con cincuenta soldados para que lo arrestaran. Lo encontraron sentado en la cima de una colina, y el capitán le dijo: —Hombre de Dios, el rey te ordena que vengas con nosotros. Biblia Católica (Latinoamericana) Despachó entonces a cincuenta hombres con su jefe, que subieron para buscar a Elías; éste estaba sentado en la cumbre de un cerro. El jefe le gritó: '¡Hombre de Dios, por orden del rey, baja!' La Biblia Textual 3a Edicion Entonces le envió un capitán de cincuenta con sus cincuenta, el cual subió a él (pues estaba sentado en la cumbre del monte), y le dijo: ¡Varón de Dios, el rey ha ordenado que bajes! Biblia Serafín de Ausejo 1975 Y mandó un jefe de cincuenta con sus cincuenta hombres, que salió en busca de él. Lo hallaron sentado en la cima del monte. El jefe le dijo: 'Hombre de Dios, el rey ordena que bajes'. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Entonces el rey envió a él un capitán de cincuenta con sus cincuenta, el cual subió a él; y he aquí que él estaba sentado en la cumbre del monte. Y él le dijo: Varón de Dios, el rey dice que desciendas. |
Ella dijo entonces a El as: '¿Qué tengo yo que ver contigo, hombre de Dios? ¿Has venido a mi para recordar mis culpas y hacer morir a mi hijo?'.
¡Por vida de Yahveh, tu Dios! No hay nación ni reino adonde mi se or no haya mandado a buscarte. Y cuando le dec an: 'No está aqu ', hac a jurar a aquel reino y a aquella nación que no te hab an encontrado.
pues cuando Jezabel intentó exterminar a los profetas de Yahveh, Abd as recogió a cien profetas, los escondió en unas cavernas en dos grupos de cincuenta y les proveyó de pan y de agua.
Subió, pues, Ajab a comer y a beber, en tanto que El as subió a la cima del Carmelo y, postrándose en tierra, puso su rostro entre las rodillas.
Entonces Jezabel envió un mensajero a El as con este aviso: 'Esto me hagan los dioses y esto me a adan, si ma ana a estas horas no hago contigo igual que se hizo con cada uno de aquéllos'.
El rey de Israel respondió a Josafat: 'Queda todav a un hombre por medio del cual se puede consultar a Yahveh; pero yo siento aversión hacia él, porque nunca me profetiza bienes, sino solamente males. Es Miqueas, hijo de Yimlá'. Josafat le dijo: 'No hable el rey as '.
Ella partió y llegó adonde estaba el varón de Dios, en el monte Carmelo. Cuando el varón de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Guejaz: '¡Ah viene la sunamita!
y los llevé al templo de Yahveh, a la sala de los hijos de Janán, hijo de Yigdal as, hombre de Dios, que está junto a la sala de los pr ncipes, por encima de la sala de Maas as, hijo de Salún, guardián del vest bulo.
Amas as dijo a Amós: 'Vidente, márchate, aléjate al pa s de Judá; come all tu pan y profetiza all.
Efectivamente, Herodes hab a arrestado a Juan y lo hab a encadenado y metido en la cárcel por causa de Herod as, mujer de su hermano Filipo,
mientras le dec an: 'Haz para nosotros de profeta, Cristo: ¿quién es el que te ha pegado?'.
Luego, le pusieron en la cabeza una corona que hab an entretejido con espinas, y en la mano derecha una ca a. Y doblando ante él la rodilla, se burlaban, diciendo: '¡Salve, rey de los jud os!'.
Y los que pasaban por all lo insultaban, moviendo la cabeza y diciendo: '¡Eh! Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres d as:
¡el Cristo, el rey de Israel; que baje ahora mismo de la cruz, para que veamos y creamos!'. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.
Cuando los disc pulos Santiago y Juan vieron esto le dijeron: 'Se or, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo y los devore? '.
Hubo quienes sufrieron prueba de ultrajes y de azotes, e incluso de cadenas y de cárcel.
Avisáronlo a Saúl y envió nuevos emisarios, pero también éstos se sintieron arrebatados del mismo entusiasmo. Saúl volvió a enviar emisarios por tercera vez, que también sintieron idéntico entusiasmo profético.