El pueblo se alegró por aquellos donativos voluntarios, porque los hab an ofrecido de todo corazón y espontáneamente a Yahveh. También el rey David sintió una inmensa alegr a.
2 Crónicas 24:10 - Biblia Castilian 2003 Todos los jefes y todo el pueblo se complacieron en ello: trajeron su contribución y la echaron en el arca hasta llenarla. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Y todos los jefes y todo el pueblo se gozaron, y trajeron ofrendas, y las echaron en el arca hasta llenarla. Biblia Nueva Traducción Viviente Esto agradó a todos los líderes y al pueblo, y con gusto llevaron su dinero y lo pusieron en el cofre hasta llenarlo. Biblia Católica (Latinoamericana) Todos los jefes y todo el pueblo se alegraron; y traían la contribución y la echaban en la caja hasta que se llenaba. La Biblia Textual 3a Edicion Y todos los príncipes y los del pueblo se alegraron, y trajeron y echaron en el cofre hasta llenarlo.° Biblia Serafín de Ausejo 1975 Todos los jefes y todo el pueblo se complacieron en ello: trajeron su contribución y la echaron en el arca hasta llenarla. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y todos los príncipes y todo el pueblo se gozaron, y trajeron ofrendas, y echaron en el arca hasta llenarla. |
El pueblo se alegró por aquellos donativos voluntarios, porque los hab an ofrecido de todo corazón y espontáneamente a Yahveh. También el rey David sintió una inmensa alegr a.
A su tiempo, cuando ve an que hab a mucho dinero, los levitas llevaban el arca al intendente del rey. Entonces ven an el escriba del rey y el representante del sumo sacerdote, vaciaban el arca y a continuación la devolv an a su lugar. As lo hac an a su debido tiempo, y llegaron a recoger mucho dinero.
Hicieron pregonar por Judá y por Jerusalén que trajeran a Yahveh la contribución impuesta por Moisés, siervo de Dios, a Israel en el desierto.
Éramos impuros todos nosotros, como ropa sucia nuestras obras justas. Como hojarasca nos marchitamos todos nosotros, nuestras culpas nos arrastran como el viento.
que, en medio de graves tribulaciones, han rebosado de alegr a y su extremada pobreza se ha desbordado en tesoros de su generosidad.
Cada uno dé lo que su corazón le dicte, no a disgusto ni a la fuerza, pues Dios ama al que da con alegr a.