Viv a por entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era realmente recto y piadoso; esperaba el consuelo de Israel y el Esp ritu Santo resid a en él.
2 Corintios 1:5 - Biblia Castilian 2003 Porque, as como abundan en nosotros los padecimientos de Cristo, as también, mediante Cristo, abunda nuestra consolación. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación. Biblia Nueva Traducción Viviente Pues, cuanto más sufrimos por Cristo, tanto más Dios nos colmará de su consuelo por medio de Cristo. Biblia Católica (Latinoamericana) Pues en la misma medida en que los sufrimientos de Cristo recaen abundantemente sobre nosotros, el consuelo de Cristo también nos llega con mayor abundancia. La Biblia Textual 3a Edicion Porque así como abundan en nosotros las aflicciones del Mesías, así abunda también por medio del Mesías nuestra consolación. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Porque, así como abundan en nosotros los padecimientos de Cristo, así también, mediante Cristo, abunda nuestra consolación. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por Cristo nuestra consolación. |
Viv a por entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era realmente recto y piadoso; esperaba el consuelo de Israel y el Esp ritu Santo resid a en él.
ca do en tierra, oyó una voz que le dec a: 'Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?'.
Y si hijos, también herederos; herederos de Dios, y coherederos de Cristo, puesto que padecemos con él y as también con él seremos glorificados.
según mi ávida expectación y mi esperanza de que en nada seré defraudado, sino que, con toda valent a, ahora como siempre, Cristo será públicamente magnificado en mi cuerpo, ya sea mediante la vida, ya sea mediante la muerte.
Si hay, pues, un est mulo en Cristo, un aliento de amor, una comunicación de Esp ritu, una entra able ternura y compasión,
con el fin de conocerle a él en persona y la fuerza de su resurrección y la comunión con sus padecimientos, hasta configurarme con su muerte,
Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros, y voy completando en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo en favor de su cuerpo, que es la Iglesia,
mis persecuciones y mis sufrimientos, como los que me sobrevinieron en Antioqu a, en Iconio y en Listra. ¡Qué persecuciones tuve que sufrir! Pero de todas ellas me libró el Se or.
Más bien, a medida que tomáis parte en los padecimientos de Cristo, alegraos, para que también en la revelación de su gloria exultéis de gozo.