Cuando se aproximaban los d as de la muerte de Israel, llamó éste a su hijo José y le dijo: 'Si cuento con tu benevolencia, pon tu mano bajo mi muslo y hazme favor y lealtad: no me entierres en Egipto.
1 Samuel 26:10 - Biblia Castilian 2003 Y a adió David: 'Por vida de Yahveh, que ha de ser Yahveh quien lo mate; cuando llegue su d a morirá, o tal vez perezca al entrar en combate. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Dijo además David: Vive Jehová, que si Jehová no lo hiriere, o su día llegue para que muera, o descendiendo en batalla perezca, Biblia Nueva Traducción Viviente Seguro que el Señor herirá a Saúl algún día, o morirá de viejo o en batalla. Biblia Católica (Latinoamericana) David le dijo además: 'Por Dios, Yavé mismo lo castigará; o bien morirá porque ese será el día, o bien morirá en el combate. La Biblia Textual 3a Edicion Y agregó David: ¡Vive YHVH que YHVH mismo tendrá que herirlo, o le vendrá su día de morir, o bajará a la batalla y perecerá! Biblia Serafín de Ausejo 1975 Y añadió David: 'Por vida de Yahveh, que ha de ser Yahveh quien lo mate; cuando llegue su día morirá, o tal vez perezca al entrar en combate. Biblia Reina Valera Gómez (2023) David dijo además: Vive Jehová, que Jehová lo herirá, o llegará su día de morir, o descenderá a la batalla y perecerá. |
Cuando se aproximaban los d as de la muerte de Israel, llamó éste a su hijo José y le dijo: 'Si cuento con tu benevolencia, pon tu mano bajo mi muslo y hazme favor y lealtad: no me entierres en Egipto.
-¿revive el hombre después de haber muerto? -, aguardar a todo el tiempo de mi milicia hasta que llegara mi relevo!
Pues que tienes contados sus d as, definido el número de sus meses y le has fijado un l mite infranqueable,
¿No es milicia la vida del hombre en la tierra? ¿No son sus d as como los de un jornalero?
Él volverá contra ellos sus pecados y en sus maldades los habrá de destruir, el Se or, nuestro Dios, los habrá de aniquilar.
Hay tiempo de nacer y tiempo de morir. Hay tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado.
Y ¿no hará Dios justicia a sus elegidos, que claman a él d a y noche, aunque les haga esperar?
No os toméis la justicia por vuestra propia mano, queridos m os, sino dad lugar a la ira [divina]. Porque escrito está: A m me corresponde la venganza; yo daré el pago merecido, dice el Se or.
Dijo Yahveh a Moisés: 'Se acercan los d as de tu muerte; llama a Josué y presentaos en la tienda del encuentro, para que yo le dé mis órdenes'. Fueron, pues, Moisés y Josué, y se presentaron en la tienda del encuentro.
Para m la venganza y el dar lo merecido al tiempo en que vacile su pie; porque cerca está el d a de su ruina, y ya se avecina lo que les espera.
Pues bien conocemos al que ha dicho: Para m la venganza y el dar lo merecido. Y en otro lugar: El Se or hará justicia a su pueblo.
Y as como es destino de los hombres morir una sola vez y, tras de esto, el juicio,
Por eso, en un solo d a vendrán sus plagas: peste y llanto y hambre, y será abrasada por el fuego; porque poderoso es el Se or Dios que la ha juzgado.
Mira, padre m o; mira en mi mano la orla de tu manto. Yo te la corté, pero no te maté. Reconoce y mira que no hay en m maldad ni rebeld a. Yo no he pecado contra ti; no obstante, tú andas a la caza de mi vida para quitármela.
¿Tras de quién ha salido a la guerra el rey de Israel? ¿A quién persigues tú? ¡A un perro muerto, a una pulga!
Ahora, mi se or, por la vida de Yahveh y por la tuya, por Yahveh, que te ha impedido derramar sangre y hacerte justicia por tu propia mano, que tus enemigos y cuantos intentan el mal contra mi se or sean como Nabal.
Cuando supo David que Nabal hab a muerto, exclamó: '¡Bendito sea Yahveh, que me ha hecho justicia por el ultraje que recib de Nabal, y que ha preservado a su siervo de cometer el mal, mientras que ha hecho recaer la maldad de Nabal sobre su propia cabeza!'. Luego David mandó a decir a Abigail que quer a tomarla por esposa.
Dijo entonces a su escudero: 'Desenvaina tu espada y atraviésame con ella, no sea que lleguen esos incircuncisos y me atraviesen y hagan escarnio de m '. Pero no quiso acceder su escudero, por el gran temor que sent a. Saúl tomó entonces su propia espada y se dejó caer sobre ella.
As, pues, en un mismo d a murieron Saúl, sus tres hijos y su escudero, y todos sus hombres.