Según las disposiciones dictadas para la elaboración del censo, cada cual tenía que acudir a su ciudad de origen para ser empadronado.
E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.
Todos regresaron a los pueblos de sus antepasados a fin de inscribirse para el censo.
Todos, pues, empezaron a moverse para ser registrados cada uno en su ciudad natal.
E iban todos a registrarse, cada uno a su ciudad.
Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad.
Por aquellos días, el emperador romano César Augusto decretó que se hiciera un censo de población en todos los territorios sometidos a su dominio.
Este primer censo se hizo en el tiempo en que Cirenio era gobernador de Siria.
Por esa razón, José, que era del linaje de David, tuvo que viajar desde Nazaret, un pueblo de Galilea, a Belén, la ciudad de David, en Judea.
Fue allá para ser empadronado juntamente con María, su esposa, que estaba encinta.