Su señor, satisfecho, le dijo: '¡Muy bien! Eres un siervo bueno y fiel, y puesto que has sido fiel con el poco dinero que te entregué, te confiaré en adelante mucho más. Entra conmigo a celebrarlo'.
Apocalipsis 22:3 - Biblia Castellano Antiguo (Nuevo Testamento) No habrá en la ciudad nada que merezca maldición. En ella estará el trono de Dios y del Cordero; sus siervos le servirán Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, Biblia Nueva Traducción Viviente Ya no habrá más maldición sobre ninguna cosa, porque allí estará el trono de Dios y del Cordero, y sus siervos lo adorarán. Biblia Católica (Latinoamericana) No habrá ya maldición alguna; el trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad, y sus servidores le rendirán culto. La Biblia Textual 3a Edicion Y ya no habrá más maldición,° sino que el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, Biblia Serafín de Ausejo 1975 Ya no habrá anatema contra nadie, se asentará en ella el trono de Dios y del Cordero. Sus siervos le darán culto, Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán; |
Su señor, satisfecho, le dijo: '¡Muy bien! Eres un siervo bueno y fiel, y puesto que has sido fiel con el poco dinero que te entregué, te confiaré en adelante mucho más. Entra conmigo a celebrarlo'.
Después dirá a los de su izquierda: '¡Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles!
Si alguno desea ser discípulo mío, que venga y me siga, porque allí donde yo esté, allí estará también mi siervo. Y mi Padre honrará a todo el que me sirva.
Cuando me haya ido y ya todo esté dispuesto, volveré y os llevaré conmigo, para que siempre estéis donde yo esté.
Padre, mi deseo es que los que me has confiado estén también conmigo donde yo estoy, para que puedan contemplar la gloria que en tu amor me has dado, porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.
Clamaban con fuerte voz: '¡Al Dios nuestro, que se sienta en el trono, y al Cordero, debemos la salvación!'
Después de esto vi una inmensa multitud procedente de toda nación, tribu, raza y lengua. Su número era incontable, y se hallaban todos delante del trono y en presencia del Cordero, vestidos de blanco y con hojas de palma en las manos.