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Salmos 2:12 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

12 Bésenle los pies, antes que se encienda su ira y perezcan en el camino, pues su ira se inflama de repente. ¡Dichosos los que en él buscan el refugio!

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Biblia Reina Valera 1960

12 Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; Pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

12 Sométanse al hijo de Dios, no sea que se enoje y sean destruidos en plena actividad, porque su ira se enciende en un instante. ¡Pero qué alegría para todos los que se refugian en él!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

12 no sea que se enoje y perezcan, pues su cólera estalla en un momento. ¡Felices los que en él se refugian!

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La Biblia Textual 3a Edicion

12 ¡Besad los pies° al Hijo!° No sea que se irrite y perezcáis en el camino, Pues de repente se inflama su ira. ¡Cuán bienaventurados son todos los que se refugian en Él!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

12 no sea que se enoje y perdáis vuestros caminos, pues su ira se enciende en un momento. ¡Dichosos los que en él buscan abrigo!

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Salmos 2:12
30 Tagairtí Cros  

Por lo tanto, te nombro encargado de todo este proyecto. Lo que tú digas será ley en toda la tierra de Egipto. Solamente yo seré superior a ti, por cuanto soy el rey del país.


Pero tienes que saber que aún quedan siete mil hombres en Israel que jamás se han inclinado ante Baal ni lo han adorado.


Porque el Señor protege los pasos de los justos; pero los pasos de los impíos conducen a la perdición.


Así sea el castigo del Señor sobre mis enemigos que me calumnian y me amenazan de muerte.


Y luego, con ardiente furia los reprende y los llena de espanto.


Su elegido responde: «Yo revelaré los eternos propósitos de Dios, pues el Señor me ha dicho: “Tú eres mi hijo. Hoy mismo te he concebido.


Oculta a tus amados en el refugio de tu presencia, a salvo bajo tu mano, a salvo de las lenguas acusadoras.


¡Pongan a prueba a Dios, y verán cuán bueno es! Dichosos todos los que confían en él.


Si pertenecen al Señor, reveréncienlo; porque todo el que así procede tiene cuanto necesita.


Muchas bendiciones se derraman sobre los que confían en el Señor, y no se fían de los altivos ni de los que confían en ídolos.


Oh Señor Todopoderoso, son felices los que en ti confían.


El que hace caso a la palabra, prospera. ¡Dichoso el que confía en el Señor!


Pero el Señor aún espera que acudan a él para poder demostrarles su amor. Él los conquistará para bendecirlos, tal como lo ha dicho, porque el Señor es fiel a su promesa. Bienaventurados son cuantos esperan confiados en la ayuda del Señor.


Pero está destinada a prosperar la persona que confía en el Señor y en el Señor ha puesto su esperanza y fe.


Y ahora el pueblo se vuelve más idólatra y tonto. Funden su plata y con ella los artesanos fabrican ídolos y luego dicen: «¡Ofrezcan sacrificios rituales y besen a estos nuestros dioses! ¡Estos becerros son nuestros dioses!».


Háganlo cuando aún hay tiempo, antes de que comience el juicio de Dios y ustedes desaparezcan como si fueran paja llevada por el viento; antes de que caiga sobre ustedes la gran cólera del Señor y el día terrible de su castigo comience.


Jesús le contestó: ―Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar al Padre si no es por mí.


para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que se niega a honrar al Hijo, tampoco honra al Padre que lo envió.


Pues las Escrituras afirman que «los que creen en Cristo jamás serán defraudados».


Así está escrito: «He puesto en Sion una piedra y muchos tropezarán con ella. Mas los que crean en ella jamás se arrepentirán de haberlo hecho».


Lo hizo porque desea que nosotros, que fuimos los primeros en esperar al Mesías, celebremos su gloria.


Por medio de Cristo, ustedes creen en Dios, que lo resucitó y lo llenó de gloria, para que ustedes pongan su fe y esperanza en Dios.


Como dice la Escritura: «Yo pongo en Sion una piedra que es la principal, escogida y preciosa, y el que confíe en ella jamás será defraudado».


Entonces Samuel tomó una redoma de aceite de oliva y lo derramó sobre la cabeza de Saúl, lo besó en la mejilla y le dijo: ―Hago esto porque el Señor te ha señalado para que seas el rey de su pueblo, de Israel.


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