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Salmos 110:3 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

3 Cuando vayas a la guerra, tu pueblo te apoyará gustoso; tu traje de guerra será un traje de gala, y tu fuerza se renovará día tras día como el rocío de la mañana.

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Biblia Reina Valera 1960

3 Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder, En la hermosura de la santidad. Desde el seno de la aurora Tienes tú el rocío de tu juventud.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 Cuando vayas a la guerra, tu pueblo te servirá por voluntad propia. Estás envuelto en vestiduras santas, y tu fuerza se renovará cada día como el rocío de la mañana.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 Tuyo es el principado desde el día de tu nacimiento; de mí en el monte sagrado tú has nacido, como nace el rocío de la aurora.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 En el día de tu poder, tu pueblo se ofrecerá voluntariamente, En la hermosura de la santidad. Desde el vientre de la aurora, Tienes el rocío de tu juventud.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 En ti está la nobleza desde tu nacimiento en esplendor sagrado desde el seno, desde la aurora de tu infancia.

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Salmos 110:3
28 Tagairtí Cros  

Sí, ¡aclamen al Señor, y ríndanle la alabanza que se merece! Traigan una ofrenda y vengan delante de él; ¡adoren al Señor en su santuario!


El pueblo bendijo a todos los que se ofrecieron voluntariamente para ir a vivir a Jerusalén.


Alábenlo por su majestuosa gloria; la gloria de su nombre. Preséntense ante él en su majestuoso santuario.


Alaben al Señor en la majestad de su santuario; que tiemble delante de él la tierra.


Y esta es la ley básica del templo: ¡Exclusividad! ¡Toda la parte superior de la colina donde está construido el templo es exclusiva! ¡Sí, esta es la ley principal!».


Ellos someterán, por medio de su poder y destreza para la guerra, a Asiria, la tierra de Nimrod. Sí, cuando los asirios se atrevan a invadirnos, este rey nuestro nos librará de ellos y los expulsará de nuestra tierra.


Sin embargo, cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes recibirán poder para ser mis testigos no sólo en Jerusalén, sino también en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.


Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor.


Él está ahora sentado a la diestra de Dios. Y tal como lo prometió, después de recibir del Padre al Espíritu Santo, lo ha enviado a nosotros. Esto es lo que ustedes han visto y escuchado.


Los que creyeron sus palabras, unos tres mil en total, se bautizaron y se unieron a los demás creyentes


Los allí presentes alabaron a Dios, pero le dijeron: «Hermano, como sabes, miles de judíos han creído también, e insisten celosamente en guardar la ley.


Pero a pesar de todo, muchos de los que oyeron el mensaje lo creyeron, y el número de los creyentes, contando sólo los hombres, era como de cinco mil.


Su débil cuerpo humano murió en la cruz, pero ahora vive por el poder de Dios. Nosotros también, al igual que él lo era, somos débiles; pero ahora, unidos a él, vivimos y tenemos el poder de Dios para tratar con ustedes.


Si están de veras ansiosos de dar, la cantidad que den será bien recibida. Dios quiere que den de lo que tienen; no de lo que no tienen.


Doy gracias a Dios porque ha dado a Tito el mismo interés sincero en ustedes que tengo yo.


Desde antes que formara el mundo, Dios nos escogió para que fuéramos suyos a través de Cristo, y resolvió hacernos santos y sin falta ante su presencia.


porque es Dios el que les da a ustedes el deseo de cumplir su voluntad y de que la lleven a cabo.


Dios no nos ha llamado a vivir de manera impura, sino santa.


Él se entregó a la muerte por nosotros para poder rescatarnos de todas nuestras iniquidades y convertirnos en un pueblo que fuera suyo, dedicado a hacer el bien.


Que él los capacite en todo lo bueno para que hagan su voluntad; y que, por medio de Jesucristo, Dios haga en nosotros lo que le agrada. Que Jesucristo reciba la gloria por siempre. Amén.


Luego vi frente al trono y delante del Cordero a una gran multitud de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, todos vestidos de blanco y con ramas de palma en las manos. Era tan inmensa la multitud que nadie podía contarla.


«Por cuanto condujo valientemente a los caudillos de Israel, y el pueblo alegremente lo siguió, alaben al Señor.


¡Cuánto me regocijo en los caudillos de Israel que se ofrecieron voluntariamente! ¡Alaben al Señor!


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