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Mateo 26:63 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

63 Jesús no le respondió. ―Demando en el nombre del Dios viviente que nos digas si eres el Mesías, el Hijo de Dios —insistió el sumo sacerdote.

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Biblia Reina Valera 1960

63 Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

63 Pero Jesús guardó silencio. Entonces el sumo sacerdote le dijo: —Te exijo, en el nombre del Dios viviente, que nos digas si eres el Mesías, el Hijo de Dios.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

63 Pero Jesús se quedó callado. Entonces el sumo sacerdote le dijo: 'En el nombre del Dios vivo te ordeno que nos contestes: ¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios?'

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La Biblia Textual 3a Edicion

63 Pero Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: ¡Te conjuro por el Dios° viviente que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

63 Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo: 'Te conjuro por el Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios'.

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Mateo 26:63
42 Tagairtí Cros  

―¿Cuántas veces debo decirte que me digas solamente lo que el Señor te ha dicho? —le exigió el rey.


―Mira, Micaías —le dijo en tono enérgico el rey—, ¿cuántas veces tengo que decirte que sólo me digas la verdad en nombre del Señor?


Tengo sed de Dios, del Dios vivo. ¿Dónde hallarlo, para ir a estar en su presencia?


El cómplice del ladrón se daña a sí mismo, pues aunque está bajo juramento no confiesa.


Fue oprimido y afligido, pero no pronunció ni una sola palabra de queja. Como si fuera un cordero lo llevaron al matadero; como muda oveja ante sus trasquiladores, permaneció callado ante quienes lo condenaban.


Sadrac, Mesac y Abednego respondieron: ―No hace falta que nos defendamos ante Su Majestad.


»Cualquiera que se niegue a testificar acerca de un delito del cual es testigo, ya sea porque vio o escuchó, es culpable de complicidad, y deberá pagar por ello.


―¡Tú eres el Cristo, el Mesías, el Hijo del Dios viviente! —respondió Simón Pedro.


El sumo sacerdote, al oír aquello, se puso de pie y le dijo a Jesús: ―Muy bien, ¿qué respondes a esta acusación? ¿Dijiste eso o no lo dijiste?


Pero mientras los principales sacerdotes y los ancianos judíos exponían sus acusaciones, nada respondió.


Para asombro del gobernador, Jesús no le contestó.


―¿No afirmabas tú que podías destruir el templo y reedificarlo en tres días? Pues veamos: Si de verdad eres el Hijo de Dios, ¡bájate de la cruz!


Si confió en Dios, ¡que lo salve Dios! ¿No decía que era el Hijo de Dios?


El centurión y los soldados que vigilaban a Jesús, horrorizados por el terremoto y los demás acontecimientos, exclamaron: ―¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!


y el diablo se le acercó. ―Si eres el Hijo de Dios —le dijo—, haz que estas piedras se conviertan en pan.


Pero Jesús se quedó callado y no le respondió nada, por lo que el sumo sacerdote volvió a preguntarle: ―¿Eres el Cristo, el Hijo del Bendito?


Yo lo he visto y por eso les aseguro que este es el Hijo de Dios».


Natanael exclamó: ―Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel!


Entonces lo rodearon los judíos y le preguntaron: ―¿Hasta cuándo nos vas a tener con esta duda? Si tú eres el Cristo, dínoslo claramente.


¿por qué me acusan de haber blasfemado si el Padre me apartó y me envió al mundo? ¿Me acusan porque dije que soy el Hijo de Dios?


Pilato le dijo: ―Entonces eres rey. Jesús le respondió: ―Tú eres el que dices que soy rey. Yo para esto nací y vine al mundo: para hablar de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad, me escucha.


Los judíos le dijeron: ―Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, pues se ha hecho pasar por el Hijo de Dios.


Entró una vez más en el palacio y le preguntó a Jesús: ―¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le respondió.


Pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida.


Y nosotros hemos creído, y sabemos que eres el Santo de Dios.


Le preguntaron: ―¿Quién eres tú? Jesús les contestó: ―En primer lugar, ¿por qué tengo que darles explicaciones?


Timoteo, Silvano y yo les hemos hablado de Jesucristo, el Hijo de Dios. Pues bien, Jesucristo no es de los que dicen «sí» y luego dicen «no».


Cuando lo insultaban, él no respondía con insultos. Cuando lo hacían sufrir, no los amenazaba, sino que se entregaba a Dios y dejaba que él juzgara con justicia.


Aquel día Saúl había declarado: «Caiga una maldición sobre cualquiera que coma algo antes de la tarde, antes que yo haya completado la venganza sobre mis enemigos».


porque todos tuvieron miedo de la maldición de Saúl.


Entonces alguien le dijo que su padre había lanzado una maldición sobre todo aquel que comiera aquel día, y a causa de eso todos estaban cansados y débiles.


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