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Marcos 5:7 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

7 y gritó con fuerza: ―¿Qué tienes contra mí, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te suplico por Dios que no me atormentes!

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Biblia Reina Valera 1960

7 Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

7 Dando un alarido, gritó: «¿Por qué te entrometes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡En el nombre de Dios, te suplico que no me tortures!».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

7 Entre gritos le decía: '¡No te metas conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo! Te ruego por Dios que no me atormentes.

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La Biblia Textual 3a Edicion

7 y gritando a gran voz, dice: Jesús, ¿qué tienes que ver conmigo,° Hijo del Dios Altísimo? ¡Te conjuro por Dios que no me atormentes!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

7 y a grandes gritos le dice: '¿Qué tienes tú que ver conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Por Dios te conjuro que no me atormentes'.

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Marcos 5:7
29 Tagairtí Cros  

Habrá siempre enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y la de ella. El descendiente de la mujer te aplastará la cabeza, mientras tú solamente le morderás el talón.


―¿Cuántas veces debo decirte que me digas solamente lo que el Señor te ha dicho? —le exigió el rey.


»¡Efraín, aléjate de esos ídolos! ¡Yo estoy vivo y soy fuerte! Yo te atiendo y te cuido. Yo soy como un árbol siempre verde, que te brindo mi fruto a través de todo el año. ¡Mis acciones misericordiosas hacia ti nunca faltan!».


―¡Tú eres el Cristo, el Mesías, el Hijo del Dios viviente! —respondió Simón Pedro.


Jesús no le respondió. ―Demando en el nombre del Dios viviente que nos digas si eres el Mesías, el Hijo de Dios —insistió el sumo sacerdote.


y el diablo se le acercó. ―Si eres el Hijo de Dios —le dijo—, haz que estas piedras se conviertan en pan.


Al ver a Jesús, le gritaron: ―¡Déjanos tranquilos, Hijo de Dios! ¡Todavía no es hora de que nos atormentes!


―¡Ah! ¿Por qué nos molestas, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé que eres el Santo de Dios.


Pero Jesús se quedó callado y no le respondió nada, por lo que el sumo sacerdote volvió a preguntarle: ―¿Eres el Cristo, el Hijo del Bendito?


Cada vez que los endemoniados lo veían, caían de rodillas ante él gritando: ―¡Tú eres el Hijo de Dios!


Cuando vio a lo lejos que Jesús se acercaba, corrió a su encuentro, cayó de rodillas ante él


―¡Sal de este hombre, espíritu inmundo! —le ordenó Jesús; y luego le preguntó: ―¿Cómo te llamas? El demonio le respondió: ―Legión, porque somos muchos.


Él será un gran hombre, y le darán el título de Hijo del Altísimo. Dios el Señor lo hará rey como hizo rey a su antepasado David,


―¡Por qué te metes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres tú. ¡El Santo de Dios!


»Ustedes amen a sus enemigos, háganles el bien y préstenles sin esperar nada a cambio. Si lo hacen tendrán una gran recompensa y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno tanto con los ingratos como con los malos.


Cuando vio a Jesús, lanzó un grito y cayó de rodillas ante él. Entonces dijo a gran voz: ―¿Qué quieres conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te ruego que no me atormentes!


Pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida.


La joven empezó a seguirnos. ―¡Estos hombres son siervos de Dios que han venido a enseñarles el camino de salvación! —gritaba a nuestras espaldas.


A unos judíos que viajaban de pueblo en pueblo echando fuera demonios, se les ocurrió invocar el nombre del Señor Jesús. Y emplearon las siguientes palabras: «¡Te conjuro por Jesús, el que Pablo predica, que salgas!».


A un lado del camino encontraron agua. ―¡Mira! ¡Aquí hay agua! —exclamó el funcionario—. ¿Por qué no me bautizas?


Pronto el Dios de paz aplastará a Satanás bajo sus pies. Que la gracia de nuestro Señor Jesús esté con ustedes.


Por consiguiente, ya que los hijos de Dios son de carne y hueso, Jesús también compartió esa misma naturaleza de carne y hueso, para así anular, por medio de su muerte, al que tiene el dominio de la muerte, al diablo,


Melquisedec era rey de la ciudad de Salén y sacerdote del Dios Altísimo. Cuando Abraham regresaba de derrotar a varios reyes, Melquisedec le salió al encuentro y lo bendijo.


Tú crees que hay un solo Dios. ¡Qué bien! Pero también los demonios lo creen, y tiemblan.


Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los arrojó al infierno y los dejó encadenados en prisiones de oscuridad hasta el día del juicio.


El que practica el pecado pertenece al diablo, porque el diablo comenzó a pecar desde el principio. Pero el Hijo de Dios vino a destruir las obras del diablo.


Y a los ángeles que abandonaron el lugar de autoridad que Dios les había dado, ahora Dios los mantiene encadenados en prisiones de oscuridad en espera del gran día del juicio.


¡Regocíjense, oh cielos! ¡Regocíjense, habitantes de los cielos! ¡Pero pobres de ustedes, habitantes de la tierra y del mar, porque el diablo ha bajado rabiando de furia por el poco tiempo que le queda!».


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