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Marcos 10:48 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

48 ―¡Cállate! —le gritaron algunos. Él gritó aun con más fuerza: ―¡Hijo de David, ten misericordia de mí!

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Biblia Reina Valera 1960

48 Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!

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Biblia Nueva Traducción Viviente

48 «¡Cállate!», muchos le gritaban, pero él gritó aún más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

48 Muchas personas trataban de hacerlo callar. Pero él gritaba con más fuerza: '¡Hijo de David, ten compasión de mí!'

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La Biblia Textual 3a Edicion

48 Y muchos lo reprendían para que callara, pero él gritaba más y más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

48 Muchos lo reprendían para que se callara; pero él gritaba todavía más fuerte: '¡Hijo de David, ten compasión de mí!'.

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Marcos 10:48
15 Tagairtí Cros  

que el amor, Señor, es tuyo. Ciertamente tú pagarás a cada uno según lo que se merezcan sus obras.


Me hallarán cuando me busquen, si con toda sinceridad me buscan.


Le llevaron entonces varios niños para que les pusiera las manos encima y orara por ellos. Pero los discípulos reprendieron a los que los traían. ―No molesten al Maestro —les dijeron.


La gente los mandó callar, pero ellos gritaron todavía con más fuerza.


Cuando regresaba de la casa del jefe judío, dos ciegos lo siguieron gritando: ―¡Hijo de David, apiádate de nosotros!


También le llevaban niños para que los tocara, pero los discípulos reprendieron a quienes los llevaban.


Mientras decía esto, llegaron de la casa de Jairo a darle la noticia de que su hija había muerto y decirle que ya no era necesario que siguiera molestando al maestro.


Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritó todavía más fuerte: ―¡Hijo de David, ten compasión de mí!


Sobre todo, oren a Dios en todo tiempo. Y cuando lo hagan, sean dirigidos por el Espíritu. Manténganse bien despiertos y vigilantes, y no dejen de orar por todo el pueblo santo de Dios.


Cuando Cristo estaba en la tierra, con voz fuerte y muchas lágrimas ofreció ruegos y súplicas a Dios, quien podía librarlo de la muerte. Y Dios escuchó sus oraciones en virtud de su ferviente deseo de obedecer a Dios.


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