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Lucas 2:10 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

10 Pero el ángel les dijo: «¡No tengan miedo! Les traigo buenas noticias que van a llenar de alegría a todo el pueblo:

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Biblia Reina Valera 1960

10 Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 pero el ángel los tranquilizó. «No tengan miedo —dijo—. Les traigo buenas noticias que darán gran alegría a toda la gente.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 Pero el ángel les dijo: 'No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo:'

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 Pero el ángel les dijo: ¡No temáis! pues he aquí os doy buenas nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 Pero el ángel les dijo: 'No tengáis miedo. Porque mirad: os traigo una buena noticia que será de grande alegría para todo el pueblo.

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Lucas 2:10
30 Tagairtí Cros  

A los que te bendigan, yo los bendeciré; pero a quienes te maldigan, yo los maldeciré. ¡Por medio de ti, yo bendeciré a todos los pueblos del mundo!».


¡Oh heraldo de buenas noticias, grítale a Jerusalén desde la cumbre de los montes! ¡Grítale más alto! ¡Sin temor! Diles a las ciudades de Judá: «¡Ya viene Dios!».


Yo fui el primero que dijo a Jerusalén. «¡Mira, mira! ¡Ya viene el auxilio!».


«Te he llamado para que realices una obra más grande que la de restaurar a Israel y que hagas volver a los sobrevivientes de mi pueblo. ¡Yo te convertiré en luz de las naciones del mundo para que también a ellas les lleves mi salvación!».


Ante los ojos de todas las naciones el Señor desplegará su gran poder, y todas ellas contemplarán la salvación de nuestro Dios.


¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies de quienes traen la feliz noticia de paz y salvación, la nueva de que el Dios de Israel reina!


El Espíritu del Señor Todopoderoso está sobre mí, porque me eligió para traer buenas noticias a los pobres, para consolar a los afligidos y para anunciarles a los prisioneros que pronto van a quedar en libertad.


“Dios te ama muchísimo”, me dijo. “No temas. ¡Cálmate y sé fuerte, sí, ten ánimo!”. »De repente, mientras decía estas palabras, yo me sentí más fuerte y le dije: “Ahora puede seguir adelante y hablar, señor, pues me ha fortalecido”.


¡Regocíjate grandemente, pueblo mío! ¡Grita de alegría, Jerusalén! ¡Tu rey viene montado sobre un burrito! ¡Es un rey justo y humilde, y viene a salvarte!


Pero Jesús inmediatamente les gritó: ―¡Calma! ¡No tengan miedo! ¡Soy yo!


Pero él se les acercó y les dijo: ―He recibido toda autoridad en el cielo y en la tierra.


«¡Llegó por fin la hora! —anunciaba—. ¡El reino de Dios está cerca! Arrepiéntanse y crean las buenas noticias».


Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura.


Pero el ángel le dijo: ―No tengas miedo, Zacarías, pues Dios ha escuchado tus oraciones. Tu esposa Elisabet te dará un hijo, y lo llamarás Juan.


El ángel le contestó: ―Yo soy Gabriel y estoy al servicio de Dios. Él me envió para hablar contigo y darte estas buenas noticias.


El ángel le dijo: ―No tengas miedo, María, porque Dios te ha concedido su favor.


Hoy ha nacido, en la ciudad de David, su Salvador, que es Cristo el Señor.


Y también que en su nombre, comenzando en Jerusalén, se predicará a todas las naciones que hay perdón de pecados para el que se arrepiente.


Después de esto, Jesús anduvo por muchos pueblos y aldeas anunciando las buenas nuevas del reino de Dios. Lo acompañaban los doce


»Nosotros hemos venido aquí para darles a conocer la buena noticia de que Dios, al resucitar a Jesús, ha cumplido la promesa que les había hecho a nuestros antepasados, y la ha hecho realidad para nosotros. El salmo segundo expresa lo siguiente: »“Tú eres mi hijo; hoy mismo te he engendrado”.


¿Y quién puede ir a hablarles si no lo envía nadie? De esto hablan las Escrituras cuando se expresan así: «¡Qué hermosos son los pies de los que proclaman las buenas noticias!».


Aunque soy el más pequeño de todos los que son parte del pueblo santo, Dios me concedió, por su amor, la misión de anunciar a las naciones el tesoro incalculable de Cristo.


Pero para esto tienen que creer firmemente y no abandonar la esperanza que tienen gracias a las buenas noticias. Estas son las buenas noticias que un día escucharon y que ahora mismo están siendo proclamadas en el mundo entero. Y yo, Pablo, trabajo anunciándolas.


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