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Juan 7:37 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

37 El último día de la fiesta, que era el más importante, Jesús se puso de pie y dijo con fuerte voz: ―¡Si alguno tiene sed, venga a mí y beba!

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Biblia Reina Valera 1960

37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

37 El último día del festival, el más importante, Jesús se puso de pie y gritó a la multitud: «¡Todo el que tenga sed puede venir a mí!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

37 El último día de la fiesta, que era el más solemne, Jesús, puesto en pie, exclamó con voz potente: 'El que tenga sed, que venga a mí.

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La Biblia Textual 3a Edicion

37 En el último día, el más grande de la fiesta,° Jesús se puso en pie, y alzando la voz, dijo: ¡Si alguno tiene sed, venga a mí y beba!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

37 El último día de la fiesta, que era el más solemne, Jesús, puesto de pie, exclamó con voz fuerte: 'Quien tenga sed venga a mí y beba.

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Juan 7:37
50 Tagairtí Cros  

Esdras les estuvo leyendo el libro de la Ley durante todos los días de la fiesta, y en el octavo día se celebró el servicio solemne de clausura, como lo requería la ley de Moisés.


Extiendo las manos hacia ti; me haces falta como la lluvia a la tierra seca.


Tengo sed de Dios, del Dios vivo. ¿Dónde hallarlo, para ir a estar en su presencia?


¡Oh Dios, mi Dios! ¡Cómo te busco! ¡Qué sed tengo de ti en esta tierra reseca y triste en donde no hay agua! ¡Cómo anhelo encontrarte!


La sabiduría levanta su voz en las calles y lugares públicos.


¿No está llamando la sabiduría? ¿No está alzando la voz la inteligencia?


Amo al que me ama, y los que me buscan, sin duda me hallarán.


A un lado de las puertas que llevan a la ciudad, dice a gritos:


Ha enviado a sus criadas a lo más alto de la ciudad para que griten:


Aquí estoy en mi huerto, amada mía, novia mía. Reúno la mirra con las especias mías y como mi panal con la miel. Bebo mi vino con mi leche. ¡Oh, amado y amada, coman y beban! ¡Sí, beban hasta saciarse!


¡Oh, qué gozo es beber hasta saciarse de la fuente de salvación!


Hablen tiernamente a Jerusalén y díganle que han terminado sus días de dolor y amargura. Sus pecados han sido perdonados, y el Señor le dará el doble de bendiciones comparado con el castigo que ha recibido.


La voz ahora dice: ―¡Grita! ―¿Qué debo gritar? —pregunté. ―Di a gritos que todo hombre y mujer es como hierba que se marchita, y que toda su belleza se aja como las flores que languidecen.


Yo proveeré agua abundante para su sed y para sus campos resecos. Y yo derramaré mi Espíritu y mis bendiciones sobre sus hijos.


¡Oigan! ¿Alguien tiene sed? ¡Que venga y beba, aunque no tenga dinero! ¡Vengan, elijan el vino y la leche que gusten: todo es gratis!


Acudan a mí, y presten atención. Escuchen, porque está en juego su vida. Dispuesto estoy a firmar un pacto permanente con ustedes: hacer efectivas las promesas que le hice a David, mi rey amado.


El Señor me dijo: ¡Grita bien fuerte, clama con voz de trompeta, no tengas miedo! ¡Reprende a mi pueblo sus pecados!


Oh Señor, tú que eres para mí como fortaleza y baluarte en mi debilidad, como mi refugio en los días que estoy angustiado, pueblos de muchas partes del mundo acudirán a ti diciendo: «Nuestros antepasados fueron insensatos, pues adoraban ídolos vanos que para nada les aprovecharon.


Ve y grita lo siguiente en las calles de Jerusalén: El Señor dice: Yo recuerdo que hace tiempo anhelaban agradarme como joven enamorada, ¡cómo me amaban y me seguían hasta por estériles desiertos!


Todo lo que toque el agua de este río vivirá. Abundarán los peces en el Mar Muerto, pues sus aguas tendrán propiedades medicinales. Dondequiera fluyan estas aguas, todo vivirá.


En cada uno de los siete días de la fiesta presentarán un sacrificio u ofrenda quemada delante del Señor. El octavo día habrá una nueva asamblea sagrada de todo el pueblo, ocasión en la que se presentará otra ofrenda quemada al Señor. Es una celebración en la que deben estar alegres, y no realizarán en ella ningún trabajo.


»A partir del día quince del mes séptimo, que es el final de la cosecha, celebrarán una fiesta de siete días delante del Señor. Recuerden que el primero y el último día de la fiesta son días de descanso solemne.


La voz del Señor se ha escuchado. Él está convocando a una reunión a todos los habitantes de Jerusalén. Así que escuchen su voz, pues es de sabios prestar atención a las palabras del Señor.


El Señor Todopoderoso defenderá a su pueblo. Por eso, ellos pisotearán, victoriosos, las armas de sus enemigos; celebrarán con gozo su victoria, beberán vino hasta embriagarse, y derramarán la sangre de sus enemigos, como la sangre de los animales sacrificados que se deposita en los tazones y luego se derrama sobre el altar.


»El octavo día, convocarán al pueblo a otra asamblea solemne. No trabajarán ese día.


Vengan a mí los que estén cansados y afligidos y yo los haré descansar.


Siglos atrás, el profeta Isaías había hablado de Juan y lo describió así: «Una voz clama en el desierto: “Prepárenle el camino al Señor; que nada le estorbe a su paso”».


¡Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque quedarán satisfechos!


Juan respondió con las palabras del profeta Isaías: ―Yo soy la voz del que grita en el desierto: “Preparen un camino recto para el Señor”.


Jesús le contestó: ―Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar al Padre si no es por mí.


Jesús le contestó: ―Si supieras lo que Dios puede darte y quién es el que te está pidiendo agua, serías tú la que le pediría agua a él y él te daría agua que da vida.


La mujer le dijo: ―Señor, ni siquiera tienes con qué sacar el agua y el pozo es muy hondo. ¿Cómo me vas a dar agua que da vida?


pero el que beba del agua que yo le dé, no volverá a tener sed jamás, porque dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.


Sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener vida eterna.


Jesús les dijo: ―Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí no volverá a tener hambre, y el que cree en mí no volverá a tener sed.


Todos los que el Padre me da vendrán a mí; y al que viene a mí, no lo rechazo.


Porque mi carne es comida verdadera y mi sangre es bebida verdadera.


Por eso Jesús, que estaba enseñando en el templo, dijo con voz fuerte: ―¡Así que ustedes me conocen y saben de dónde vengo! Yo no vengo por mi propia cuenta sino que me envió alguien en quien se puede confiar. Ustedes no lo conocen,


No se puede beber de la copa del Señor y también de la copa de los demonios. No se puede participar de la mesa del Señor y también de la mesa de los demonios.


y bebieron la misma bebida espiritual. Cristo estaba allí con ellos, como poderosa Roca de refrigerio espiritual.


De la misma manera, tomó la copa después de haber cenado y dijo: «Esta copa es el nuevo pacto confirmado con mi sangre. Cada vez que la beban, háganlo en memoria de mí».


Hemos sido bautizados en el cuerpo de Cristo por un solo Espíritu, y todos hemos recibido el mismo Espíritu. Algunos somos judíos, otros son gentiles; algunos son esclavos y otros son libres. Pero todos formamos un solo cuerpo.


No se embriaguen, pues no se podrán controlar; más bien dejen que el Espíritu Santo los llene y controle.


»¡Hecho está! ¡Yo soy la A y la Z, el principio y el fin! ¡Al sediento le daré a beber gratuitamente del manantial del agua de la vida!


Luego el ángel me mostró un río de agua de vida, transparente como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero


El Espíritu y la Esposa dicen: «Ven». Y el que oye también diga: «Ven». Y el que tenga sed, venga; y el que quiera, beba gratuitamente del agua de la vida.


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