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Juan 17:22 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

22 Yo les he dado la gloria que me diste, para que estén unidos, así como nosotros estamos unidos,

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Biblia Reina Valera 1960

22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

22 »Les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

22 Yo les he dado la Gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno:

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La Biblia Textual 3a Edicion

22 Y Yo les he dado la gloria que me has dado, para que sean uno como Nosotros somos uno.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

22 La gloria que me has dado yo se la he dado a ellos, para que sean uno, como nosotros somos uno.

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Juan 17:22
23 Tagairtí Cros  

Y llamó a los doce y los envió de dos en dos con poder para echar fuera demonios.


En mi reino van a comer y a beber en mi mesa y se sentarán en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.


Y la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que le pertenece al Hijo único del Padre, en el que abundan el amor y la verdad.


De la abundancia que hay en él, todos hemos recibido bendición sobre bendición.


En aquel día ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí, y yo en ustedes.


»Padre, quiero que los que tú me has dado, estén conmigo donde yo estoy. Así, ellos verán mi gloria, la gloria que me has dado porque tú me amaste desde antes que el mundo fuera creado.


Al salir del concilio, los discípulos iban gozosos de haber sido tenidos por dignos de sufrir ultrajes por la causa del Nombre.


Y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los hizo justos; y a los que hizo justos, los glorificó.


Así que todos nosotros, con el rostro descubierto, reflejamos la gloria del Señor como si fuéramos espejos. Y el Espíritu del Señor nos va transformando de gloria en gloria, y cada vez nos parecemos más a él.


Somos embajadores de Cristo. Dios les habla a ustedes por medio de nosotros: «En el nombre de Cristo les rogamos, ¡reconcíliense con Dios!».


Como colaboradores de Dios les suplicamos que no desechen su amor.


¡Y sobre qué firme cimiento están edificados! ¡Nada menos que el de los apóstoles y profetas, y con Cristo mismo como piedra angular!


A ustedes se les ha dado no sólo el privilegio de creer en Cristo, sino también de sufrir por él.


Es cierto que estoy sufriendo por ustedes, pero me alegro. Así ayudo a completar lo que falta de los sufrimientos de Cristo por ese cuerpo suyo que es la iglesia.


La predicamos a ustedes para que junto con nosotros participen también de la comunión que disfrutamos con el Padre y con Jesucristo, su Hijo.


El que obedece a Dios vive con Dios y Dios vive en él. Y sabemos que Dios vive en nosotros por el Espíritu Santo que él nos dio.


Y al vivir en Cristo, nuestro amor se perfecciona cada vez más, de tal manera que en el día del juicio no nos sentiremos avergonzados ni apenados, sino que podremos mirarlo con confianza y gozo, sabiendo que él nos ama y que nosotros lo amamos también.


Doce piedras constituían los cimientos de la muralla, y en cada una de ellas estaba escrito el nombre de uno de los doce apóstoles del Cordero.


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