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Juan 11:32 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

32 Cuando María llegó a donde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies y le dijo: ―Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.

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Biblia Reina Valera 1960

32 María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

32 Cuando María llegó y vio a Jesús, cayó a sus pies y dijo: —Señor, si tan solo hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

32 Al llegar María a donde estaba Jesús, en cuanto lo vio, cayó a sus pies y le dijo: 'Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.

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La Biblia Textual 3a Edicion

32 Cuando Miriam llegó adonde estaba Jesús, al verlo cayó a sus pies, y le dijo: ¡Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

32 Cuando llegó María a donde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies, diciéndole: 'Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano'.

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Juan 11:32
10 Tagairtí Cros  

Y se echó sobre sus rodillas, tocando con su rostro el suelo, a los pies de Jesús, y le dio las gracias. Este hombre era samaritano.


Cuando Simón Pedro vio esto, cayó de rodillas ante Jesús y le dijo: ―¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!


En eso llegó un hombre llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga. Se arrojó a los pies de Jesús y le suplicó que fuera a su casa,


María fue la que derramó perfume sobre los pies del Señor y luego los secó con sus cabellos.


Marta le dijo a Jesús: ―Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.


Pero otros decían: ―Este, que le dio la vista al ciego, ¿no podía haber evitado que Lázaro muriera?


El funcionario le rogó: ―Señor, ven antes que se muera mi hijo.


Yo, Juan, vi y oí estas cosas y me postré para adorar al ángel que me las mostró.


Mientras tanto, los cuatro seres vivientes decían: «¡Amén!». Y los veinticuatro ancianos se postraron y adoraron.


Al hacerlo, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante él con arpas y copas de oro llenas de incienso —que son las oraciones del pueblo santo—,


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